La Formula E ha comenzado a prepararse esta semana para la que será su sexta temporada: 2019/20, la segunda con los monoplazas Gen2 (Spark SRT05e), grande como pocas porque interviene la plana mayor del automovilismo industrial: Audi, BMW, Mercedes-Benz, Nissan, Jaguar, Porsche. Por tener presencia también andan ahí Penske, los indios de Mahindra y los chinos de Nio y Techeetah...
Podríamos hablar perfectamente de consolidación, pero llegaríamos tarde. El CO2 y sus trampas comerciales, el atractivo de lo verde y el futuro libre de contaminación, ya ejercieron su poder y, hoy por hoy, han fortalecido un formato de competición infinitamente más atractivo que el que propone la Fórmula 1, amén de con mayor margen de proyección.
A Liberty Media (FOM) le ha salido un duro competidor, pero hoy no me apetece hablar de ello, fundamentalmente porque no resulta descabellado pensar que la publicidad que va a traer consigo una panoplia de Marcas tan señeras compitiendo por ser la más silenciosa y avanzada, va a ser de las que quita el hipo y por simple inercia nos acabará arrancando las pegatinas. Es ley de vida. Bernie Ecclestone asesoraba a Alejandro Agag, Jean Todt asesoraba a Alejandro Agag, y Alejandro Agag ha comenzado a caminar sobre las aguas sin mojarse. Dispone de la exclusiva eléctrica, su campeonato ofrece a los fabricantes lo que necesitaban en estos precisos instantes y, como decía más arriba, no me extrañaría nada que la Formula E acabe teniendo más tirón que la Fórmula 1 en lo que tardamos nosotros en pestañear.
La Fórmula 1 ha perdido un tiempo precioso para demostrar que sigue siendo la máxima expresión del automovilismo deportivo, un tiempo que han aprovechado en la Formula E para ganar un terreno que no van a ceder así como así. La imagen es más importante ahora que la calidad o las esencias esas, y, bueno, supongo que hay que aceptarlo...
Os leo.
Sincerémonos ahora que no nos lee nadie: a quién coño puede interesarle lo que le sucede a Williams, en qué piensa Haas, si Alfa Romeo era el sueño de Marchionne o en qué nubarrón negro nubla el intelecto de Sebastian Vettel, incluso si Hamilton gana el octavo y, sin despeinarse, arrasa con los números de Michael Schumacher, si hay posibilidad de empaparse en una lucha sin cuartel entre Audi, BMW, Mercedes-Benz y Porsche, por citar sólo unos poco integrantes de la bendita parrilla de Formula E.
Soy consciente de que los circuitos son una castaña, pero continuemos sincerándonos: no importa demasiado porque en publicidad lo de menos es el set donde se graba el comercial. Si los modelos funcionan, si el guión del spot resulta asequible para el público y engancha rápido, te quedas con el mensaje aunque jamás hayas pensado en renovar la cocina, el coche o el colchón.
Y en esto estamos. La Formula E es un gigantesco anuncio que funciona y no hay que ser muy listo para comprender que lo tiene todo para vencer, lo que me recuerda aquella certera escena en la que Arnold Schwarzenegger se enfrenta al impagable Gabriel Byrne haciendo de Satanás en End of Days (El fin de los días), y éste le confiesa que todo consiste en que ha tenido peor publicista que Dios.
La Fórmula 1 ha perdido un tiempo precioso para demostrar que sigue siendo la máxima expresión del automovilismo deportivo, un tiempo que han aprovechado en la Formula E para ganar un terreno que no van a ceder así como así. La imagen es más importante ahora que la calidad o las esencias esas, y, bueno, supongo que hay que aceptarlo...
Os leo.
Hidrógeno, José, hidrógeno;p
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