Obviamente desconozco lo que se siente bajo una espesa capa de números como la que lleva Lewis a sus espaldas, y es por ello que cuando veo al británico saludando un nuevo logro antes los micrófonos, echo en falta que a él, o a su entorno, no se les haya ocurrido catalogarlos con tal de evitar que parezcan uno más.
No lo veo complicado, las estrellas siempre han sido un buen método. Así, una pole conseguida por incomparecencia de rivales sería acreedora de una estrella. Dos si a pesar de no contar con competencia en pista, ha habido que pelearla porque el monoplaza ha salido respondón. Una pole tres estrellas ya requeriría de oponentes y dificultad de la buena. Otorgaríamos cuatro estrellas a esas poles especiales que sólo el de Tewin sabe sacarse de la manga, y cinco a las labradas en esos estados de gracia en los que el pentacampeón del mundo hace fácil lo difícil. Y ya, si encima habla con Dios, entonces diríamos que esa pole es una Estrella Michelin...
Considero que él debería ser el primer interesado en utilizar este baremo para que el vulgo, cada vez más incapacitado para atender a los matices, se fuese habituando a que ni todas las victorias son iguales ni todas las poles se consiguen idéntico, ni mucho menos todos los números saben igual.
En Hockenheim creo que ha sido una pole tres estrellas. Luchada y amarrada al final de la Q3, con galgos a la espalda y un elevado grado de incertidumbre, pero honestamente: he visto a Lewis hacerlas más increíbles y wow wow. No es una más, aunque ante el micrófono lo parecía porque no atendemos a los detalles y si todo resulta increíble y wow wow corremos el riesgo de que nuestra actividad se parezca cada vez más a la de los hermanos Drew y Jonathan Scott en Property Brothers (Hermanos a la obra), que has visto un capítulo y parece que los has visto todos.
Os leo.
Os leo.
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