Me estoy metamorfoseando de mala manera. Mañana debería poder coger mi maleta de cartón y decir adiós a Reading, pero como os contaba el mes pasado: me han alargado la condena y tampoco es que lo lleve mal aunque echo mucho de menos conversar con Oscar...
Hoy, por lo que se ve, toca pelear en redes sociales por discernir si la Segunda Guerra Mundial se ganó en Stalingrado o en las playas de Normandía. Todos los años es lo mismo. Nos cuesta aceptar que estuvieras en el bando que fuera tocaba ser hijo de puta y que, para bien o para mal, hubo alguien generoso que no pensó tanto y nos hizo el trabajo sucio con tal de permitirnos sacar pecho para conseguir unos me gusta o unos favoriteos.
La chavalería no sabe quién es Samuel Fuller, pero con vuestro permiso me voy a permitir el lujazo de transcribir sus palabras sobre el D-Day recogidas en Cambio 16: «Seis, siete minutos, eso es lo que dura una batalla. El resto es espera. Y miedo. Te huelen los pies, las manos duelen, las tripas se revuelven. Los soldados no escriben cartas a mamá. Marchan, papean, duermen, cagan. Nada más.
Pero esto va de Fórmula 1 y no quiero salirme de la línea editorial de Nürbu. Ferrari está vendiendo más humo del que ha venido vendiendo McLaren desde que pactó con Honda. Y el caso es que la de Woking acaba de cerrar su primer círculo con la incorporación plena de Andreas Seidl y me apetece escribir que a los plumillas británicos y a sus mamporreros de aquí ya les pueden ir dando.
El tempo periodístico rara vez coincide con el real, y éste es un problema pendiente que acucia más a los profesionales del gremio, a quienes puede el ansia y la prisa por ser los primeros, que al común de los receptores de sus alocadas histerias. Haciendo sorpasso con la cagada monstruosa de la Indy 500 de este año, McLaren sigue plegada a su hoja de ruta. El MCL34 es más razonable que el proyecto MCL33, y si Ferrari se acoge a sagrado recordando a Michael Schumacher, no veo por qué los papayitas no podemos pedirnos un trocito de la sombra de Bruce.
Va una última de Fuller: «Hay unos degraciados que tienen que hacer este puto trabajo, y esos desgraciados sois vosotros...»
Ahí vamos, Maestro, a cumplir nuestra parte del contrato. Hasta el rabo todo es toro y esto no hecho sino recién comenzar; resetearse, que dirían los finos.
Os leo.
»Ese día no sabíamos dónde íbamos. No sabíamos nada de los miles de barcos, de los docemil aviones. Nadie se encontraba en estado de éxtasis pensando en defender la democracia. Estábamos en Francia. Bueno, ¿y qué? Lo único que nos preocupaba era saber cuántos cabrones teníamos enfrente. No sabíamos nada de la operación, sólo que iba a ser anfibia y que habría mucho humo; y que habría que matar, matar, matar. Por la bandera.
»La guerra son fusiles y balas. A cinco centavos unidad. Y la muerte. Había Dios, sexo y risas. Nada que ver con las cintas de guerra. Además, yo digo a menudo: en las películas de guerra tendría que haber un tío detrás de la pantalla disparando sobre el público con una ametralladora. Para enseñarle lo que es eso del miedo...»
¡Anita, piso las arenas de Omaha, y si he llegado hasta aquí es para continuar así un cabrón me reviente las tripas...!
Pero esto va de Fórmula 1 y no quiero salirme de la línea editorial de Nürbu. Ferrari está vendiendo más humo del que ha venido vendiendo McLaren desde que pactó con Honda. Y el caso es que la de Woking acaba de cerrar su primer círculo con la incorporación plena de Andreas Seidl y me apetece escribir que a los plumillas británicos y a sus mamporreros de aquí ya les pueden ir dando.
El tempo periodístico rara vez coincide con el real, y éste es un problema pendiente que acucia más a los profesionales del gremio, a quienes puede el ansia y la prisa por ser los primeros, que al común de los receptores de sus alocadas histerias. Haciendo sorpasso con la cagada monstruosa de la Indy 500 de este año, McLaren sigue plegada a su hoja de ruta. El MCL34 es más razonable que el proyecto MCL33, y si Ferrari se acoge a sagrado recordando a Michael Schumacher, no veo por qué los papayitas no podemos pedirnos un trocito de la sombra de Bruce.
Va una última de Fuller: «Hay unos degraciados que tienen que hacer este puto trabajo, y esos desgraciados sois vosotros...»
Ahí vamos, Maestro, a cumplir nuestra parte del contrato. Hasta el rabo todo es toro y esto no hecho sino recién comenzar; resetearse, que dirían los finos.
Os leo.
Me ha encantado la entrada Jose, en Uno rojo, división de choque, dicen que utilizo dinamita y explosivos reales en el rodaje, en contra de la ley vigente en USA. Menudo tipo!
ResponderEliminar"La chavalería no sabe quién es Samuel Fuller". Por no tener no tienen ni puta idea de cuál es su pie izquierdo o derecho. La idiotez nos consume, no pares Jose, qué gran entrada
ResponderEliminarClap, clap, clap!!
ResponderEliminarY un saludo a todos desde el Coño Sur