¿Qué Michael?

Produce bastante tristeza comprobar cómo y lo rápido que se olvida que la última etapa del Kaiser sobre la Pangea veloz no la desarrolló vestido de rosso sino ceñido en el mono del enemigo.

Mattia Binotto nos promete que los tiempos de Michael volverán y uno no sabe si se refiere al descubrimiento de Flavio Briatore que fue hábilmente apañado por Maranello junto a Rory Byrne y Ross Brawn al amparo de Jean Todt, al todopoderoso emblema de la Fórmula 1 que triunfaba bajo la sombra de Philip Morris y el placem de Bernie, o al otro, al que nadie parece querer recordar, el tipo que cambió su amor de toda la vida con tal de disfrutar de una nueva oportunidad como hombre de Mercedes AMG.

Nos está bien empleado. Contratamos al piloto que nos orinó encima cuando militaba en Red Bull y añoramos como nuestro al conductor que acabó sus días en la Fórmula 1 barnizado de estrella de plata. Ferrari es así pero hay veces que no hay Dios que la aguante. A medio camino entre la nada y el abismo, a la mítica le sobra el postureo en estos momentos. Dejó partir al individuo que con la mitad de presupuesto que ahora nos regaló nuestros mejores días, y se aferra a sus cuatro chorradas de siempre con la intención de ganar algo de tiempo.

Leclerc es ese futuro que decimos pretender con las yemas de los dedos, pero seguimos anclados en el respeto a un número uno que ni está ni se le espera, que nos está hundiendo, que fue avalado por Schumacher en su día, pero a ver si no nos sigue dando disgustos, que hasta los héroes se equivocan y el Kaiser no sería ni el primero ni el último en meter la pata en sus estimaciones.

Sobra Sebastian pero tiramos de Michael porque el de Kerpen continúa siendo el clavo ardiendo al que recurrir así hayan pasado trece años desde que se le obligó a ceder la rodilla en Monza 2006, y, como decía hace unas líneas: olvidando que terminó su carrera profesional en Fórmula 1 como conductor de Brackley, ya que recordarlo duele como una astilla de madera entre la uña y la carne del dedo.

¿De qué cojones habla Mattia? Lo sé, claro que lo sé, pero no fastidies que lo único que nos queda ante la debacle de 2019 sea recurrir a un fantasma que sintetiza lo inútil del tinglado. Y es que si Schumacher siguiese estando aquí, el primero que había ido a tomar por donde amargan los pepinos era Binotto. El teutón no era de medias tintas y soportaba mal a los melifluos, mucho menos a los que tomaban su nombre en vano. Voy más lejos, si hubiese aceptado el papel de director deportivo de la rossa, se habría olvidado inmediatamente de sus pronósticos iniciales y de los bombones que llevaba Vettel a Montezemolo, y abría apostado por Leclerc, básicamente porque el Kaiser, por encima de todo, era un honbre eminentemente pragmático, en la pista y fuera de ella.

Os leo.