Estados de opinión

Esta entrada va en plan Jack Daniels doble a pesar de que parece pronto para un homenaje de este calibre. 

Por un lado me apetece recalcar que, tal y como hemos ido dibujando estos días pasados, la crisis abierta en Maranello y la orfandad del Mundial 2019 convierten a Fernando Alonso en una perita en dulce que nadie está dispuesto a dejar escapar por aquello de mantener viva la llama y el número de clics por supuesta noticia, o el de seguidores en redes, que tanto da. Y aquí peca hasta el más tonto, vaya por delante, que a lo peor sufrimos un patatús el día que el respetable se ponga a pensar (en serio), cómo es posible que eso que llamamos pensamiento propio saliera publicado jornadas atrás en los medios especialistas...

El caso es que El-Hajj Malik El-Shabazz, aka Malcolm X, ya nos contó el truco antes de que lo cazaran como a un conejo en el Audubon Ballroom, un lejano 21 de febrero de 1965.

Después de él vinieron otros con la misma monserga, Noah Chomsky, por ejemplo, y aunque ahora mismo no pinta bien mencionarlos públicamente porque la prensa ha hecho su trabajo, apetece cometer pecado mortal porque ambos dos, junto a Marshall McLuhan, eminencia del ámbito de la comunicación alineada con el pensamiento de John F. Kennedy —¡por fin un bueno en este párrafo!—, definieron hace décadas el campo de juego en el que encaja que, en nuestra actualidad, el New York Times solicite el placem de la Casa Blanca antes de publicar alguna de sus noticias, o todas [NY Times admits it sends stories to US government for approval before publication].

No me lío la manta a la cabeza, que me conozco. Sintetizando, que es gerundio, dejémoslo en que la prensa no sólo proporciona información sino que crea estados de opinión sesgando a un lado o a otro el contenido y la sustancia de la noticia. Y agarraros: por descabellado que parezca, con estas cosas la deportiva sigue las mismas pautas que la generalista con su patrón. Business is business!, ¡carajo!

Y bueno, esta parte de la entrada nos lleva en volandas a la siguiente y última, que consiste en que he dado muy poco crédito al posible retorno de Fernando a la Fórmula 1, pero empiezo a tomármelo en serio visto lo visto cómo se está poniendo de nervioso el periodismo de nuestra especialidad, que anda medio loco intentando buscar razones, inventadas o no, con tal de justificar que supondría una mala idea que el asturiano volviese a coger en sus manos un volante F1, amén, claro, de que el humo sirve para solapar el coñazo de campeonato que nos queda por delante y el tsunami que está golpeando ahora mismo Maranello.

Os leo.