Es pronto para inclinar la balanza. Los viernes de carrera siguen siendo eso, viernes, pero las noticias que afloran desde Maranello ante el Gran Premio de Francia no son muy halagüeñas que digamos. ¿Está jugando Ferrari con Mercedes AMG, como se decía que la alemana estaba haciendo con la italiana en pretemporada? ¿Está ocultando cartas...?
Desgraciadamente no creo en este escenario como tampoco he creído en el que proponían los abonados al juego del trile. Se ha perdido un tiempo precioso y las tradicionales peoras han llegado este año con algo de adelanto y, para colmo, en un entorno de resultados mucho más acuciante que otras veces, vamos, con la rossa con el agua al cuello.
Brackley nos tiene acostumbrados a comenzar sus campañas con la guardia baja o a menor ritmo, como prefiráis, seguramente con el interés puesto en no matarla antes de tiempo. A Hamilton también le suele costar ponerse a tono durante las primeras pruebas... Bien, Ferrari, después de tener la mejor plataforma de pretemporada, ha regalado a su rival un espacio vital que le va a costar un mundo recuperar, y eso si llega a hacerlo.
Entre que un piloto se encontraba incómodo desde el Gran Premio de Australia, las estrategias que parecían diseñadas por chimpancés borrachos, que al otro conductor no se le ha dejado sacar la cabeza y que el tiempo pasa volando, después de la primera gira asiática, La Scuderia desembarcaba en Europa con la mayoría de los deberes sin hacer, con un coche que parecía una sombra del SF90 que vimos en Montmeló a primeros de marzo y con el principal oponente a buena distancia tras haber firmado cuatro dobletes consecutivos que en el Gran Premio de España se materializaron en el quinto.
No es sólo el monoplaza, y no me enredo más. En estos instantes a Ferrari le falta confianza y un horizonte claro de objetivos.
Si tuviera que responsabilizar a alguien seguiría apuntando a Binotto, a quien ya dediqué unas líneas a mediados de abril [Binotto no es mi tipo (16-04-2019)], pues él es quien debería haber entendido antes que nadie que para pelear con Mercedes AMG debes aplicarte a fondo y contando con todo lo que tienes, desde el primer piloto al último mecánico. El de Lausana ha elegido un enfoque y bueno... no ha funcionado y eso ha precipitado las cosas. Las novedades no parecen tales, las evoluciones no mejoran nada, y lo que era un pequeño síntoma en Melbourne se ha convertido en un agujero negro de generosas dimensiones conforme han ido transcurriendo las carreras.
No pinta bien la cosa. Disipado el ruido de distracción que ha provocado el intento de revisión del asunto canadiense tenemos abundante polvo en el Paul Ricard, y en cuanto desaparezca éste, nos encontraremos como en casi todas las últimas temporadas: con una mano delante y otra detrás, aunque con el agravante de que habiendo podido minimizar daños o sacar acaso algo de ventaja, le hemos pusto el campeonato en bandeja a Mercedes AMG.
Os leo.
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