¿Qué te hemos hecho, McLaren?

Casi me la juego a que la relación de McLaren con Fernando Alonso pasará a los anales del automovilismo deportivo como ejemplo de lo duro que es este juego.

Ahora mismo, con el calentón, resulta complicado asimilar que una vez las cosas empiezan a torcerse suelen acabar por joderse del todo. Duele, claro que duele, pero ni el mundo se termina aquí ni va a dejar de haber más oportunidades, así que rogaría a los espesitos que se guardaran sus lecciones para otro día. Se habla mucho de lo buena que fue la intentona 2017 comparada con la de este año, pero tiras de hemeroteca y registros en redes sociales y encuentras que, entonces, los mismos de ahora insistían en que se estaba vendiendo humo, en que no era posible, en que vaya canallada quitarle el asiento a Stephan Wilson, en que todo era un capricho...

Dicen que la envidia es el pecado del español. No lo creo, nuestro pecado característico es ponerse siempre al sol que más calienta, la esencia del ñuísmo, la necesidad de andar recetando bañitos de realidad al personal cuando esa realidad, en concreto, es no ahora, no mañana y no después, y, a toro pasado, el recurrente ya lo dije o el asturiano se equivoca siempre.

Cuando Fernando firma por la británica en 2005 nadie imaginaba lo que iba a suceder en 2007 y tampoco faltaban los que apuntaban a que la mejor apuesta del mundo mundial era Ferrari, no la de Woking. En 2015 sucedió tres cuartos de lo mismo, el de Oviedo había errado abandonando Maranello. Nadie vio que a Honda la estaban esperando con la cañonera porque estas cosas no cuentan para los apasionados: ellos nunca dejan de tener razón.

El caso es que en 2019 recordamos 2017 como si aquello fuese lo bueno y esto lo malo —éste sí que es un juego de trileros—, y al hilo, obviamente ya se sabía con antelación que no iba a funcionar y tal y tal y tal.

McLaren nos debe una, al Nano y a nosotros, creo que resulta indudable, pero más que por lo mal que nos ha podido ir a todos, por la exigencia de santa paciencia a la que nos somete. Salen los listos de la clase... ¡Abran paso, por favor! ¡No pueden perder su minutito de gloria!

Os leo.