Este final de temporada tiene sabor a funeral en New Orleans, y ni tal mal, oye. Por razones obvias prefiero los funerales irlandeses, a poder ser sin interpretar al finado, claro está, y es que los finales apretados tienen un regusto a fiesta que no te lo quita nadie. Se acaba la sesión pero comida y bebida para todos, que ya dice el populacho que el muerto al hoyo y el vivo al bollo.
El último así fue el de 2016. Lewis y Nico andaban a la greña en cada carrera y mientras el británico se quejaba abiertamente de que a él las cosas no le cuadraban, el rubiales apretaba los dientes y seguía mordiéndole los tobillos como un rottweiler.
No sé si recordáis la lección rainmaster que nos dio Max aquel año precisamente en Interlagos, en el Autódromo José Carlos Pace. Era la última carrera de mi Felipe... antes de que lo repescaran. Llovía a mares y no se veía un cagarro. Cuatro Safety Car y dos interrupciones hubo, pero el jovencísimo holandés inventaba trazadas imposibles una y otra vez para evitar ser visto por los retrovisores mientras se merendaba a los rivales. Rosberg iba a cola de Hamilton, casi con bastoncito blanco, y así se mantuvo hasta la bandera a cuadros porque le valía con ser segundo para llegar vivo a Abu Dhabi...
En Yas Marina la lucha fue fratricida, que hasta el de Tewin se pasó por el arco del triunfo las órdenes de Paddy Lowe con tal de que los lobos achucharan a quien al término de la prueba se consolidaba como Campeón del Mundo 2016. Labor de equipo, sí. Sin duda Valtteri es mejor compañero que Nico.
En fin, que me distraigo. Languidece 2018 porque la mayor parte del pescado ya está vendido. Por segunda campaña consecutiva, Hamilton se ha coronado con tiempo suficiente como para disfrutar tranquilamente de los postres. Queda el asunto del Mundial de Marcas, pero perfectamente puede quedar visto para sentencia en el trazado brasileño porque vamos a carrera sobre seco, o eso dicen los pronósticos. Lluvia hasta el mismo viernes, pero fin de semana nublado y previsiblemente sin agua en el asfalto, en Interlagos, en el Autódromo José Carlos Pace. Por primera vez en muchos años, sin un piloto brasileño disputando el Gran Premio de Fórmula 1 de Brasil.
Os leo.
Os leo.
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