martes, 26 de junio de 2018

Una Ferrari


Suelo preguntarme —no penséis tampoco que de Pascuas a Ramos—, qué sería de determinados eventos si no participase en ellos una Ferrari...

En fin. En 2014, poco antes de que el Gran Premio de Austria retornase al calendario oficial, Gerhard Berger y Sebastian Vettel circulaban sobre el renovado asfalto de Spielberg, corriendo sobre el viejo Österreichring, que había dejado atrás el nombre de A1-Ring que usó unos años para adoptar el más sonoro apelativo Red Bull Ring porque es propiedad de Dietrich Mateschitz y el multimillonario austriaco había corrido con los gastos del ajuste a los nuevos tiempos.

A Lauda y al propio Bergher les habían quitado sus respectivas curvas, o estaban a punto de hacerlo, no lo recuerdo ahora —la de Gerhard pasaba a llamarse Würth y la de Niki simplemente Pirelli—, pero al de Heppenheim y al de Wörgl pareció importarles poco. Aquello suponía un momento único y bien que lo aprovecharon.

Berger condujo para la ocasión el mismo coche con el que él y Alboreto coseguían para la rossa el doblete en aquel triste Gran Premio de Italia de 1988 posterior a la muerte de Il Commendatore. Siempre se ha señalado esta carrera como un homenaje de la parrilla a Enzo Ferrari, pero ahí están las cifras, los datos y los fríos números, que al final es lo que siempre nos queda: Gerhard primero, Michele segundo, tras ellos, Eddie Chever sobre Arrows.

El F187/88C no fue un gran coche, más bien supuso todo lo contrario porque andaba por ahí el famoso MP4/4 de McLaren, con Ayrton y Alain al volante, pero el trasto era una Ferrari, que es lo importante para lo que nos ocupa, porque en sus antípodas, Vettel conducía en Spielberg el portentoso RB8 de 2013, Campeón del Mundo de Marcas y Pilotos.


¿El evento habría resultado lo mismo con otro monoplaza? Pues no, para qué vamos a engañarnos. La última Ferrari conducida por un piloto austriaco es el F187/88C, precisamente, y Maranello acepta la invitación y Montezemolo cede el vehículo para la exhibición tan gustoso...

Y bueno, en un momento dado, Vettel y Berger cambian volantes, y Sebastian conduce una Ferrari en un idílico paisaje en el que no hay tráfico, ni inconvenientes ni velocirraptores, mientras lejos, Marco Mattiacci se mueve en la Ferrari auténtica, real, como un elefante en una cacharrería...

Os leo.

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