domingo, 17 de junio de 2018

San Jacinto #25TLM18 [18]


Mañana sin duda seremos engullidos por el drama. Supondrá un verdadero drama —voz de Marcos Mundstock— conocer quién es y quién no un buen alonsista o un buen aficionado o un buen gilipollas, aunque el auténtico drama sea tener que soportar a tanta gente que no sabe vivir sin que la etiqueten de «buena».

Hemos pasado una buena tarde de sábado y una fabulosa madrugada, pero en unas horas tocará defender lo que hemos sentido y visto porque las hemos disfrutado por ése, el innombrable, al que nombra todo el mundo en estos instantes por lo que ha hecho de noche en La Sarthe, pero al que nos estará prohibido referirnos so pena de ser castigados en el cuarto oscuro.

Me siento como un chaval. Sigo sorprendiéndome de un montón de cosas y eso es sustanciamente bueno. Y sí, me sorprende todavía hoy, que la mayor parte de los abonados al alonsismo malo tengamos ya una cierta edad y un montón de cicatrices a la espalda, mientras que los que quieren pasar por alonsistas buenos vivieron 2007 —y si es que lo hicieron en términos automovilísticos—, con 6, 7, 10, 11, 14 o 16 años...

Aquí hay materia para un estudio sociológico que nadie abordará, pero haberla hayla. 

La experiencia no significa nada frente a la neoverdad. Pero mira, hace unas horas la neoverdad se ha resquebrajado como el velo del Templo de Salomón. Bien es verdad que la hazaña del de Oviedo no habría sido posible con las Pirelli de Fórmula 1, ni aunque fuesen tipo extramegadurasdelamuerte, pero ahí ha quedado, y yo escuchando a Peter Gabriel. Haciendo el tonto, como de costumbre.

Os leo.

1 comentario:

  1. En 2007 yo tenía 15 años. Hace tiempo que abandoné tuiter, porque para alimentar egos sobra gente, así que no he tenido el placer de que me cataloguen como buen o mal alonsista. Lo que sí sé es que la generación que tenía la gorra, la camiseta y el coche teledirigido del Marca es la que más ha despreciado a Fernando. No sé si soy buen o mal alonsista pero este domingo a eso de las 3 de la tarde se me querían escapar unas lágrimas al sentir que por fin se había hecho justicia, y que el deporte le devolvía a Fernando lo que tantos se han empeñado en negarle, dejando en evidencia al mismo tiempo a toda una fórmula 1.

    Un saludo

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