En esencia, toda carrera en circuito es una convención, un pacto entre competición y espectador, ya que sobre la cuerda del trazado se recorre un espacio mucho mayor que fragmentamos en giros, haciéndolo asequible al público asistente y permitiéndole disfrutar de los participantes una y otra vez sin tener que moverse de su sitio.
La distancia total alcanzada en la edición inaugural de 1923 fue de 2.209,536 kilómetros. La alcanzaron René Léonard y André Lagache sobre un Chenard et Walcker Type U 15CV, que como su propio nombre indica, era un vehículo que arrojaba la escalofriante potencia de 15 caballos.
Y bien, si tomamos ese espacio recorrido y lo proyectamos sobre las carreteras de un mapa de la época, podemos comprobar inmediatamente que las primeras 24 Horas de Le Mans se podían haber llamado perfectamente Le Mans-Múnich-Le Mans, una disputa a ida y vuelta que tampoco habría desentonado demasiado entre las gestas automovilísticas que salpicaron el primer cuarto del siglo pasado, aunque habría perdido parte de su encanto porque el público asistente, en vez de disfrutar de las evoluciones de los coches participantes durante 128 vueltas, se habría visto obligado a conformarse con verlos partir y verlos llegar...
Entre Le Mans y Múnich hay en la actualidad una separación de 1.040 kilómetros que seguramente era mayor alrededor del año veinte del siglo XX, pero en realidad podemos seguir proyectando nuestra medida by 1923 y dejar a los aficionados de la pequeña población de Le Mans, y a los forasteros llegados allí, despidiendo los autos con pañuelos blancos para volverse luego a sus casas a esperar las informaciones del telégrafo o los titulares de los diarios al respecto del resultado de la carrera Le Mans-Bialystok (población del Este de Polonia, casi colindante con la frontera de Bielorrusia). Tampoco habría desentonado con los usos y costumbres de aquellos tiempos, pero sin duda el resultado no habría sido el mismo ni habría ido adquiriendo con el transcurso de los años el atractivo que atesora ahora.
Decíamos al comienzo de este texto que los circuitos son convenciones que comprimen largas distancias en espacios relativamente pequeños para goce de los que se arremolinan en sus lindes, con tal de poder ver pasar los vehículos una y otra vez, saber cómo van o dónde quedan, algo que a todas luces supone un estímulo para la vista y la inteligencia, así que creo que podemos coincidir en que La Sarthe y su prueba aciertan al acercar el deporte a su consumidor natural en edades tan tempranas.
El récord de distancia conseguido en las 24 Horas de Le Mans lo tiene el Audi R15 TDI Plus que condujeron en 2010 Mike Rockenfeller, Timo Bernhard y Romain Dumas. Son 5.410,713 kilómetros en una jornada. ¿Sabéis a qué se corresponde...? Pues más o menos a un Le Mans-Teherán de una sentada. Interesante, desde luego, pero por aquello del romanticismo me quedo con una Le Mans-Bialystok que va ya por la nonagesimosexta edición en 2018.
Os leo.
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