jueves, 5 de abril de 2018

Bob battles for Grand Prix Championship


Hasta 1980/81, incluso un poquito antes o un poquito después, nuestro deporte no tenía consistencia por sí mismo y parecía un flan a medio cocer al baño María: rico para tomar con cuchara pero sin carácter, ya que Bernie todavía no le había dado las primeras aguas en la pira bautismal donde se hacen (del todo) las marcas que dominan a los humanos como el anillo único de Saurón.

En el repertorio de Robbie Williams hay una canción gandula que en su clip es mejor que las películas Grand Prix y Rush juntas.  

Supreme —así se titula la pieza—, tiene lo que le falta al flan del párrafo inicial, cuenta una historia creíble y relata la lucha a degüello durante en el Mundial de Grandes Premios de 1969 entre Bob (Williams) y Jackie Stewart. ¿Quién no ha jugado antes de conciliar el sueño con este tipo de quimeras totalmente irrealizables...?

Nos hallamos entre el Gran Premio de Australia y el de Bahrein; a dos aguas, que decía aquél. La peña está tensa y conviene bajar la intensidad y calmar las prisas porque al paso que vamos no llegamos enteros a Abu Dhabi.

Esto acaba de empezar pero se ve que los agobios en 2018 son más evidentes que otras veces. No tocamos Wikipedia por si un ángel friqui de la guarda nos afea el gesto. Nos las vemos y deseamos para sobrevivir al caudal de información relativa a disciplinas que hace poco nos importaban un pimiento. Pero hay que estar en línea si pretendes ser alguien en redes sociales y aquí nos sale el miedo a contradecir a los gurúes que afirman que todo esto es bueno porque antes era peor, y nos advierten de que Dios también lo vio bueno en el octavo día de la Creación.

En consecuencia, renunciamos a decir basta a la noria del que hay que ir sin pensar en si nos despeñamos, y honestamente pienso: así nos va.


Me encanta Robbie, para que vamos a negarlo si soy el resultado de un montón de contradicciones. Y me gusta Supreme porque sintentiza en cuatro minutos y dieciséis segundos todo lo que me sigue resultando atractivo de la Fórmula 1, incluso a dia de hoy: el recuerdo de lo que fuimos y su aroma original sin necesidad de recurrir a enlaces a portales o lugares virtuales que ni siquiera existen en la actualidad. Eso y que sigue resultando posible continuar jugando con nuestra memoria colectiva cuando aceptas que en vez de ir de etiqueta, puedes presentarte en el cóctel arreglao pero informal.

Os leo.

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