Languidece la noche en Gorliz y hace tanto frío que ni los gatos más valientes osan maullar a la luna, no sea que en un descuido nuestro satélite se quiebre por falta de calor y cariño, y exceso de ruido.
La queremos y la cuidamos, los mininos y yo, que te recuerdo ahora mismo como si te tuviera enfrente, a mi lado, tibio todavía, como si el invierno no hubiese llegado nunca ni fuese a llegar jamás. Tienes de mi hijo esa mirada clara que no teme al miedo, ese presente perpetuo en las pupilas que hace que apetezca mesarte el cabello mientras te susurro al oído el guerrero si tú crees yo creo, donde vayas iré, y te protegeré de los miedos y los hideputas, y caeré al suelo antes de que cedas tú la rodilla porque los padres somos la frontera entre nuestro ayer y vuestro futuro.
No es fecha, no toca efeméride, pero este mediodía, hablando con Álvaro he recordado lo inútil de las disputas, lo bobo que resulta que el Marca o el As nos representen cuando a la voz de tu muerte, todos, todos cerramos filas porque eras y seguiras siendo uno de los nuestros.
Importa poco ahora que llorase como un crío cuando supimos que te habías encontrado con una grúa que no debía estar allí, que maldijera a Dios porque no encontraba razón a sus designios ni a que su voluntad fuese, entonces, arrancarte de entre nosotros de la forma más cruel imaginable. Fue duro verte partir y una fría pedrada en la frente saber un 17 de julio que la esperanza tiene fecha de caducidad, como los yogures.
No es hora ni tiempo, pero en febrero quería llamarte de nuevo por tu nombre, aquí, en Nürbu, porque los recuerdos no significan nada si no les ponemos cara, tilde, intención, y por nada del mundo quiero perderte, Jules, por lo que significaste y significas, porque muy a mi pesar sigues haciendo de punto de encuentro entre afinidades y fobias, porque como en el poema de María Elena Walsh...
No hay túnel que dure cien años, mi vida.
Mirá como se arruga la tiniebla,
la procesión de pálidas se desbarranca,
los funcionarios inauguran ruinas.
Y vos y yo fundamos aires buenos.
Mirá como se arruga la tiniebla,
la procesión de pálidas se desbarranca,
los funcionarios inauguran ruinas.
Y vos y yo fundamos aires buenos.
Quédate siquiera un segundo. Mírame de nuevo, deja que te diga una vez más que estás jugando con fuego...
Os leo.
Chapeau!
ResponderEliminarBuf... Enorme!
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