Sinceramente, no hace falta ser muy espabilado para leer entre líneas que Liberty lo va a tener jodidísimo para incorporar un nuevo motorista en el medio plazo.
Está bien que se invite a Porsche, a Cosworth y a la madre que parió a Peneque a cuantas reuniones se celebren para dibujar el horizonte que tiene ante sí la Fórmula 1 a partir de 2021, la norteamericana lidia con el mismo problema que tuvo Bernie en su día: los fabricantes disponen de un control abrumador sobre el deporte y no lo van a soltar así como así.
Mercedes-Benz, Ferrari y Renault, a través de sus equipo oficiales o pseudo oficiales, caso de Red Bull con la francesa, han permado con sus intereses tanto la normativa técnica 2014 como 2017 a través del Grupo de Estrategia y actualmente no existe ni un miserable síntoma de que pretendan ceder terreno. El pastel es demasiado grande y goloso, y si se puede contar con un par de pardillos que paguen parte de la fiesta y terminen por fregar los platos, mejor que mejor.
No, no se trata de esperanza. Las guerras de este tipo, en las que interviene una bonita cuota de propaganda enemiga, se ganan sobre el terreno y los datos que tenemos sobre la actividad de la del sol naciente cuentan otra historia diferente a la que nos narra la prensa. El último episodio, el supuesto fiasco de su relación con Toro Rosso, no es una prueba más de lo mal que lo tiene Sakura de cara al futuro, sino una muestra palpable de cómo Renault defiende su territorio e intereses al igual que hizo Ferrari con Sauber.
Honda molesta y habría que preguntarse por qué lo hace. Os leo.
La Fórmula 1 está dividida entre poderosos y pobres, los primeros tienen como rehenes a los segundos y aquí es donde cabe encajar la aparición de Honda, y el escenario de zancadillas y codazos con que sus rivales celebraron su llegada en 2015. La japonesa podía romper la comodidad del paddock, y obviamente, resultaba más interesante romperle las piernas a ella con la siempre desinteresada ayuda de la prensa mamporrera. Dónde va a parar...
Duele leer que todavía se ande preguntando por qué no se elimina la estúpida relación entre solución de problemas técnicos y penalizaciones a los pilotos, aunque si nos tomásemos la molestia de elevarnos un poco sobre el ruido reinante, veríamos inmediatamente que este pérfido sistema de compensación no es otra cosa que el campo de minas que avisa a cualquier nuevo fabricante que quiera entrar en el selecto club de los elegidos, que como no se ande con cuidado su imagen pública saltará hecha añicos. Vamos, que mejor ni lo intente.
El caso Honda es paradigmático. Los medios nos avisan durante 2014 de su potencial pero también de la enorme ventaja estratégica que supone incorporarse cuando el resto de fabricantes ya se ha pelado el culo buscando salvaguardar el espectáculo por el bien del deporte y el aficionado. Así, resulta incluso normal que la gente vea bien en 2015 que se torpedee la aparición de la nipona bajo una normativa de segundo año (4 motores para toda la temporada en vez de 5) y con una calderilla de tokens que no dan ni para pipas (9 en vez de los 32 que pueden manejar Ferrari, Renault y Mercedes-Benz durante la misma campaña), el resto lo pone las sanciones y más sanciones...
Los japoneses han perdido el norte, no se dejan ayudar, son raros de cojones, han olvidado hacer motores... Cuestión de diferencia de culturas, de perspectivas, de enfoque. Honda vende humo y lo mejor que podría hacer es irse para su casa. No es de recibo el cante que está dando y si no, mira a Stuttgart, que se la ha metido doblada a la Fórmula 1 y como premio ejerce de lideresa en popularidad tecnológica [Mercedes-Benz trabajó su unidad híbrida desde 2007]...
No, no se trata de esperanza. Las guerras de este tipo, en las que interviene una bonita cuota de propaganda enemiga, se ganan sobre el terreno y los datos que tenemos sobre la actividad de la del sol naciente cuentan otra historia diferente a la que nos narra la prensa. El último episodio, el supuesto fiasco de su relación con Toro Rosso, no es una prueba más de lo mal que lo tiene Sakura de cara al futuro, sino una muestra palpable de cómo Renault defiende su territorio e intereses al igual que hizo Ferrari con Sauber.
Honda molesta y habría que preguntarse por qué lo hace. Os leo.
Lo de que Renault o Ferrari defienden sus intereses, por supuesto, pero también que en Sauber y Toro Rosso no son tontos, el trato con Honda es como suministrador, o sea, previo pago de esos motores, unos motores que no se sabe cuando serán competitivos, equipos del fondo de la tabla no pueden aventurarse en esa aventura y encima pagando, y que Honda quiera meter a su piloto Nobuharu Matsushita, que tiene mucho menos nivel que, por ejemplo, Charles Leclerc (Ferrari) o Pierre Gasly (Red Bull)
ResponderEliminarSí y no. Que los otros motoristas se protegen mediante el reglamento de cierto. Que Honda debería haber llegado con los deberes mucho más adelantados (de forma "limpia" con el banco de potencia o por la bravas haciendo miles de km escondiendo el motor en una mula), también.
ResponderEliminarGran artículo Jose , nunca lo había mirado desde ese punto de vista .Suena aterrador . Vaya mafia .
ResponderEliminarYo no sé si lo que va soltando por ahí Chase Carey para todo aquel que quiera oírle , son brindis al sol como los que hacía Bernie , o si de verdad tienen la intención de arreglar esto .
Si es así , les queda un trabajito de cuidado .
Saludos
Lo que yo haría es eliminar esa merienda de negros que es el grupo de estrategia. Liberty paga la fiesta, y la fiesta se hace como ellos quieren. Y a quien lo le guste, hay mil guateques a los que acudir. Ya está bien coño!!
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