domingo, 4 de junio de 2017

A Dios rogando...


Ya comentamos hace un tiempo que si no fuese por la situación que atraviesa Honda, a Renault le estaría cayendo la del pulpo. Nominalmente, la gala partía este año de un concepto ya usado, es decir: Viry-Châtillon enfocaba su revolucionario planteamiento para 2017 sobre lo realizado desde 2014, aunque para el caso patatas, porque con seis carreras a la espalda seguimos esperando resultados...

Como buen tocapelotas procuro gestionar mis limitados recursos lo mejor posible, qué os voy a contar. Así que en su día me pregunté por qué batir el flanco de la francesa si tarde o temprano la pieza iba a caer sola, más o menos como ha caído la del W08 de Brackley, que mucho parecer una nave de Star Wars en su presentación y mucho producir orgasmos entre los especialistas a pie de pista y traductores de salón, que Wolff ha acabado admitiendo lo que sólo unos pocos nos atrevimos a decir en marzo pasado.

A lo que iba, que me distraigo. Renault, junto a Honda, había abordado una revisión completa de su planteamiento de unidad de potencia aprovechando que la normativa de esta temporada penaliza poco o nada los avatares propios de una evolución contrarreloj de tamañas dimensiones. Y lo recalco en el tercer párrafo de esta entrada, porque si los aficionados deberíamos estar haciendo la ola a un fabricante, sería a uno de los dos pardillos que han apostado por jugársela al todo o nada con tal de pillar a la de la estrella de tres puntas.

De momento, lo único que tenemos sobre la mesa es que las dos reservonas de la parrilla (Mercedes-Benz y Ferrrari) están sacando réditos de su apuesta por lo ya visto y por la consiguiente fiabilidad que supone moverse lo justito para seguir saliendo en la foto. Y que las otras dos (Honda y Renault) —las que realmente se han arriesgado a hacer algo nuevo—, están pagando con creces su osadía, al menos mediáticamente. 

No obstante, este cuadro va a cambiar de Spa-Francorchamps en adelante, y aquí quería llegar yo, porque ni Renault ni Honda han olvidado hacer bien su trabajo, lo que ocurre es que el escenario en que se desenvuelven es cabrón y áspero de cojones, verbigracia de la FIA y sus estupideces normativas, sea dicho de paso.

¿Y dónde está la complicación, si leyendo a algunos expertos todo esto es pan comido? En la coordinación, si se me permite decirlo.

De las numerosas partes que componen una Power Unit, hay cuatro esenciales de las que dependen las demás: motor convencional (ICE), turbo, MGU-H y MGU-K. Da lo mismo que una, otra, una pareja o un trío del conjunto vayan de puta madre, porque como todas ellas no funcionen el alimón y en sintonía, la unidad de potencia se vendrá abajo y evidenciará fallos de potencia o falta de fiabilidad.

Hace años que no rescato a mis cuatro costaleros que llevan a la carrera la imagen de San Perejil Nonato por las calles de Villavirlanga de abajo, pero la ocasión la pintan calva para que los rescate ahora.

Los cuatro mozalbetes son la puta polla de Bedoya por separado. Levantan troncos con la punta del pitilín, hacen cabriolas con el cuello con piedras de 300 kilos, pero llevando la imagen del santo patrón deben olvidarse de lo que son unitariamente en aras de trabajar por y para el conjunto, so pena de que la talla y sus propios huesos acaben estampados contra la pared de cualquier casa del pueblo.

Esta parte del trabajo es la esencial y es la que todavía no tiene resuelta Renault. Da lo mismo que el ICE funcione a pleno rendimiento, que el turbo no haya dado muestra de debilidades o que los MGU-H y MGU-K prometan lo suyo. Lo importante es cómo se enhebra el esfuerzo mancomunado para que ofrezca los resultados deseados.

Estamos en el ámbito del software de gestión, lo que sería disponer de un coach para que nuestros costaleros sepan en todo momento qué hacer y cómo llevarlo a cabo sin pisar el pie al compañero, y si con un piano hace falta un buen afinador, en todo esto hacen falta muchas horas de trabajo, mucho leer y comprender datos, y mucha finura para dar con el mapa adecuado.

Nadie dijo que fuese a ser fácil. Ni siquiera Helmut Marko podía creer en esa idea simplona. Queda por resolver la parte más sencilla de todas, aunque a la vez, resulte la más espinosa y crucial.

Os leo.

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