Y en esto... encuentras a Petrov

La vida es lo suficiente perra como para que venga sin manual de instrucciones. ¡Ahí, a pelo!

Vettel creía conocerlo todo sobre mi Felipe pero aún le quedaba una lección por aprender durante la disputa del Gran Premio de Rusia: el paulista, además de enredón y correoso cuando se le pone en la punta del pincel, es capaz de mudar en una entidad elegida al tuntún. 

Ayer, por esos azares que tiene el destino, Massa había escogido convertirse en el avatar de Nelson Piquet (¡sénior, por Dios, sénior!) pero le salió el de Vitaly Petrov, y en esto que recordó el abrazo que le dio Luca Cordero de Montezemolo en Mugello después de haberle llamado uomo Ferrari y las muchas veces, demasiadas, en que no ofreció resistencia a Vettel y su Red Bull cuando defendía los colores de la rossa, y aprieta entonces los dientes y se deja llevar...

Mi Felipe es en esencia un jodón, un tocapelotas a mi estilo. Si tenía que cubrir las espaldas de Alonso durante su etapa juntos en Maranello, sencillamente no lo hacía. Si había que sumar, el brasileño restaba; si era necesario trabajar en equipo, él conducía para sí mismo. Si pensábamos que se había ido, se quedaba con el FW38 que le han regalado y volvía sobre sus pasos. Y así todo.

Adoro a mi chiquillo porque todo el mundo busca explicaciones racionales para su comportamiento y a él lo mueven otras razones, siempre.

Lo fácil ayer, en Sochi, era interpretar que llevando un Williams que va propulsado por una unidad de potencia Mercedes-Benz, Felipe echó una manita a Valtteri en los últimos compases de la prueba, pero, admitámoslo, eso no va con el de Sao Paulo. Él elige sus batallas y sus víctimas y no existía argumento que justificase su defensa porque allí no se le había perdido nada. Le han dado tantas veces por muerto, deportivamente hablando, que mi Felipe en Rusia nos pilló a todos con el pie cambiado. Ni siquiera estaba por ahí Fernando.

Pero algo nota Sebastian que lo inclina a volverse cauto. 

Massa entorpece con inteligencia, conduce resucitado y consciente, lastra al Ferrari sabiendo perfectamente cómo hacer para no mancharse las manos. Mi Felipe ha entrado en trance, ahora es Shetani y abre la puerta por el interior con la intención de hacer sangre. El alemán, que ha espabilado lo suyo, se lo ve venir y recuerda a Massa y Alonso golpeándose en Nürburgring 2007, y, con muy buen tino, rechaza el desafío perdiendo su última oportunidad de sobrepasar a Bottas pero amarrando a cambio un segundo puesto que sabe a derrota dulce porque todo se ha perdido en los primeros metros de la batalla.

La lectura resultaba relativamente sencilla: Massa es un madero y se pone tonto; Vettel enseña el dedo porque se siente frustrado... Pero como en toda buena novela hay más, mucho más, porque mi Felipe restañaba en Sochi una de sus más viejas heridas. 

Abu Dhabi 2010. Massa está desaparecido cuando más lo necesita Ferrari. Alguersuari y Buemi hacen su trabajo, Webber el suyo. Petrov aparece en escena para mostrarse incapaz de hacer un gesto con Alonso como el que hará Schumacher con Vettel en Interlagos 2012, como el que podría haber hecho hace unas horas mi adolescente con el teutón. La gente entendió y defendió entonces al ruso, aunque ayer y hoy anden ciscándose por las redes sociales en todos los muertos y toda la parentela del brasileño. 

Sebastian hace la peineta como diciendo: ¡Podías haber avisado, cabrón! Mi Felipe se hace el orejas, él es así, pero entre líneas se puede leer: Ahora ya sabes a quién le debes tu primer título.

Os leo.