No hay que ser muy lince para comprobar qué importancia dan a los entrenamientos en la Indy, ni tener la piel demasiado fina para que produzca un cierto sarpullido recordar lo que ha hecho la Fórmula 1 con esta parte imprescindible en toda competición deportiva.
Y el caso es que a aquello, supongo que por ho hacernos demasiado daño con las comparaciones, lo llamamos espectáculo mientras que a lo nuestro nos empeñamos en denominarlo deporte porque lo es el motorsport, dicen, y la Fórmula 1 es una de sus disciplinas, concretamente la máxima, argumentan, así que... ¡ay, ay, ay, ay...!
Lo nuestro es de nota. No se trata sólo de que durante años hemos asistido a ver cómo se mermaba la capacidad de respuesta del rival más débil, cómo se ampliaba la diferencia entre los mejores y los peores, cómo, en definitiva, se reducía el valor deportivo del deporte —válgame el estúpido juego de palabras—, sino que además, hemos visto con nuestros propios ojos como se defendía este sindiós desde las filas de los que apostaban por una contención de gasto que no ha servido para nada y, a la postre, nos ha metido en un bonito atolladero del que rezamos para que nos saque Liberty, ¡cómo no!
De la misma manera que resulta impensable intentar hacer (con garantías, se entiende) una maratón de Nueva York sin haber entrenado suficiente y adecuadamente, intentar defenderse en la máxima disciplina del automovilismo deportivo sin horas de esfuerzo extra a cuestas parece una idea bastante boba.
Y el caso es que hay razones para este estado de cosas en Fórmula 1, cómo no iba a haberlas, pero no son deportivas, son económicas, como insinuaba hace un par de párrafos, de forma que es contratable que hemos supeditado la actividad a una serie de parámetros contables que al final están matando la gallina de los huevos de oro, porque sin posibilidad de trabajar el menos capacitado jamás acabará paliando sus carencias para acercarse a los mejores, ni aprenderá lo suficiente de ellos porque el conocimiento se ha traducido en un goteo precioso que resulta inaplicable posteriormente por falta de horas para explorarlo y habituarse a él.
Sea el caso de un piloto, escudería o fabricante de motores, la ausencia de entrenamientos tiende a aumentar las diferencias, no a reducirlas. Es de perogrullo. También lo es que resulta una miaja grotesco que haya quien todavía hoy, anda sustantivando las excelencias del ataúd donde enterraron la Fórmula 1 los negociantes a partir de 2009, mientras a los cuerpitos que los ocupan, les otorgan un generoso 1% de contribución a la labor del equipo.
A lo peor resulta que la Indy 500 es más deporte que nuestro amado y siempre defendido deporte —disculpadme de nuevo por el tonto juego de palabras, se ve que hoy no es mi día—, porque allí entienden que el entrenamiento es un valor añadido que al final da tanto dinero o más, que las pijadas con las que nos adornamos para parecer un poquito más exclusivos mientras nos alejamos de la gente.
No somos más tontos... Bueno, ya sabéis cómo sigue.
Os leo.
De la misma manera que resulta impensable intentar hacer (con garantías, se entiende) una maratón de Nueva York sin haber entrenado suficiente y adecuadamente, intentar defenderse en la máxima disciplina del automovilismo deportivo sin horas de esfuerzo extra a cuestas parece una idea bastante boba.
Y el caso es que hay razones para este estado de cosas en Fórmula 1, cómo no iba a haberlas, pero no son deportivas, son económicas, como insinuaba hace un par de párrafos, de forma que es contratable que hemos supeditado la actividad a una serie de parámetros contables que al final están matando la gallina de los huevos de oro, porque sin posibilidad de trabajar el menos capacitado jamás acabará paliando sus carencias para acercarse a los mejores, ni aprenderá lo suficiente de ellos porque el conocimiento se ha traducido en un goteo precioso que resulta inaplicable posteriormente por falta de horas para explorarlo y habituarse a él.
Sea el caso de un piloto, escudería o fabricante de motores, la ausencia de entrenamientos tiende a aumentar las diferencias, no a reducirlas. Es de perogrullo. También lo es que resulta una miaja grotesco que haya quien todavía hoy, anda sustantivando las excelencias del ataúd donde enterraron la Fórmula 1 los negociantes a partir de 2009, mientras a los cuerpitos que los ocupan, les otorgan un generoso 1% de contribución a la labor del equipo.
A lo peor resulta que la Indy 500 es más deporte que nuestro amado y siempre defendido deporte —disculpadme de nuevo por el tonto juego de palabras, se ve que hoy no es mi día—, porque allí entienden que el entrenamiento es un valor añadido que al final da tanto dinero o más, que las pijadas con las que nos adornamos para parecer un poquito más exclusivos mientras nos alejamos de la gente.
No somos más tontos... Bueno, ya sabéis cómo sigue.
Os leo.
Lo que está claro es que en la Indy hay más igualdad. Sí es cierto que hay escuderías potentes, como la que ha elegido Alonso, que cuenta con cinco pilotos, y luego escuderías con un solo vehículo que sólo corren en esta prueba. Pero ese hecho, el que una escudería sólo corra en las 500 millas, es un buen síntoma de la igualdad que hay, y que hace posible que un piloto como Rossi, que le quitó el asiento a Merhi y era peor piloto que él, ganara el año pasado. O que Sato esté entre los diez primeros, o Max Chilton en media tabla.
ResponderEliminarEn el deporte del motor siempre habrá diferencias, pero en la Indy, al menos, parten todos del mismo punto: mismo chasis, dos motores similares y dos tipos de carrocería, según el motor que lleves.
A los europeos nos cuesta entender esto. Y yo no sé si me acaba de gustar tanta igualdad en cuanto a la "herramienta". A mí me gustan las marcas (automovilísticas), los diseñadores, los motoristas diferentes...
Por eso, abundando en lo que dice Jose, que aquí, al menos, no pongan palos en las ruedas de determinados pilotos o marcas.
Quizás, por último, para equilibrar un poco la balanza, debería revisarse el reparto de los beneficios. Claro que, con Ferrari como co-propietario del circo, eso nunca se hará.
No tiene que ver con el tema, pero como de vez en cuando os doy la plasta con el motociclismo, mi otra pasión, no puedo sino recordar que a estas horas uno de los pilotos más majos que ha habido en motoGP, Nicky Hayden, campeón del mundo y ahora piloto de Superbikes, se debate entre la vida y la muerte después de haber sido atropellado mientras entrenaba con la bicicleta en Italia. Espero, sinceramente, que se recupere.
ResponderEliminarAl final va a ser que en todas partes cuecen habas y, como en España, la neolengua oerwelliana se ha impuesto al lenguaje común. Aquí se les llena la boca a ciertos políticos con que privatizar lo público mejora de la gestión (y lo siguen diciendo cuando ha quedado comprobadísimo que la empeora por ser sólo una tapadera con que ocultar el expolio de nuestras contribuciones al erario). La F1 está llena de "neopalabros", el principal de los cuales es CONTENCIÓN DEL GASTO. ¡Me meo!
ResponderEliminarQuizá lo hayas pensado ya, pero me gustaría una de tus reflexiones acerca de que en la Indy retransmitan los entrenamientos y hagan programas especiales gratis online, mientras en la F1 tenemos que pagar para ver las carreras y unos previos algo descafeinados, a pesar de DLR. Un saludo
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