La jaula de cristal

Ha sido mirar el firmamento y que haya recordado que vivimos rodeados de finos barrotes de cristal. El iPhone que nos vigila desde el sofá del salón, la M30 que parece el caudaloso Yangtsé, mis cuñadas, las vuestras, mi vida y el alien que acecha con intención de reventarla...

El invierno se hizo para que sepamos apreciar lo que valen la primavera, el verano y el otoño, para que cuando nos sintamos definitivamente perdidos a finales de febrero, abramos los ojos en pos de la tenue luz que nos dice adiós agitando un pañuelo blanco en la superficie, y para que con el poco aire que nos queda en los pulmones, alimentemos la musculatura de las piernas con la intención de que los pies nos permitan abandonar la oscuridad y nos lleven a respirar de nuevo.

Ha llovido lo suyo desde que se nos quebraron los sueños en 2007 pero no ha sido por nada.

A los necios se les acaba el tiempo y mientras tratan de reescribir la historia ésta se empeña en mostrarnos que a pesar de que siempre ha sido escrita por los vencedores y tiene base estadística, tiende a terminar contando la verdad aunque sea con la boca pequeña.

De la misma manera que era mentira que los medios españoles hayan sido demasiado proclives a reírle las gracias a nuestro chico de oro, Fernando ha sobrevivido a una Fórmula 1 demasiado política que bajo el gobierno de los tejemanejes de Bernie ha perdido espectadores, circuitos y feeling con los aficionados, significándose como el mejor piloto de los últimos quince años a pesar de los números, los abundantes mamporreros y las homilías de los expertos.

¿Os parecen muchos? Quince años no son tantos...

La aventura Indy 500 no ha supuesto otra cosa que la rotura en mil pedazos de un nuevo barrote de esa jaula de cristal donde se ha querido encerrar a un coloso que nunca ha cabido en ella. Aquí no caben conceptos como justicia o injusticia. La vida viene como viene y hay que aceptarla, lo que no es óbice para que reconozcamos que hay que ser de una pasta muy especial para seguir soñando como hace Alonso, para seguir empeñado en demostrarnos día sí y día también, que cuanto más amargo es enero mejor sabrán julio o agosto. Que al final del camino siempre hay premio, que el Yangtsé, en el fondo no era para tanto.

Coged aire. Desconozco cuán de profundo seguiremos bajando, pero lo que es seguro es que Fernando ya ha abierto los ojos de aquellos que lo daban por acabado.

Os leo.