La Gran Guerra Ñu

Hace años, Tadeo bautizó como ñúes a los abundantes aficionados anti-Alonso que, como una manada de bóvidos africanos, surcaban el desierto del Serengueti sin ton ni son en pos de una estrella del automovilismo a la que agarrarse. Primero fue el Hamilton de 2007 y 2008, después le tocó el turno a Sebastian Vettel...

Cuando eso que denominamos comúnmente alonsismo pasaba por sus peores momentos, el ñuísmo se hizo fuerte en las numerosas evidencias que quitaban la razón a los seguidores del asturiano. 

En sentido estricto, los inicios del conflicto son difusos, aunque ya entonces estaban definidos sobre tres pilares: Fernando Alonso es un soberbio y un desagradecido. Fernando Alonso no es un piloto sobresaliente y todo lo hace su coche. Y Fernando Alonso no sabe elegir escudería.

Algunos historiadores focalizan el estallido de la Gran Guerra Ñu en algún momento entre 2005 y 2006, pero toda vez que la tercera premisa carece de validez en ese instante (la Renault de ese periodo era cualquier cosa menos un mal lugar), la mayoría coincide en que la Primera Guerra Ñu se desarrolla entre 2007 y finales de 2009.

Con la llegada del de Oviedo a Ferrari (2010), tras haber abandonado McLaren y haber echado dos años en Renault, se desencadena un episodio entre aficiones antagonistas que resulta crucial para entender lo que ha sucedido hasta entonces y sucederá después, que se manifiesta en dos frentes bastante nítidos. 

Por un lado, Hamilton pierde valor como ídolo del Serengueti porque después de haber ganado el Mundial de 2008 comenzaba a ser visto en ciertos sectores del ñuísmo, tan soberbio y tan sobrevalorado como el español. Además, su permanencia en McLaren restaba puntos a su hasta entonces fina puntería eligiendo equipo. 

Por otro, emerge la figura magnética de Sebastian Vettel porque el Nano, of course! seguía siendo un soberbio ya que le había quitado el asiento a Kimi Raikkonen con la ayuda del Banco Santander, continuaba sin ser un conductor sobresaliente porque andaba por ahí este chiquillo que le estaba dando para el pelo, quien para mayor gloria, encendía el primero las luces del garaje y las apagaba el último, y para colmo, sonreía más que nuestro compatriota, era mejor compañero que él, e iba a ganar de calle cuatro Mundiales consecutivos. Y no, desde luego Ferrari no parecía la mejor opción de todas las posibles.

Estas dos corrientes se resuelven en una alrededor de 2011, dando lugar a que los Hamiltonistas y Vettelistas de buen corazón vean con sorpresa cómo los ñúes hamiltonianos se convierten en vettelianos de la noche a la mañana. El escenario es convulso y algunos especialistas consideran que existe incluso una tercera corriente en liza: la de aquellos ñúes vettelianos sin filiación aparente, que deciden aparcar la militancia en La Scuderia sencillamente porque Alonso conduce para Maranello. 

Lo que es seguro para todos, es que entre 2010 y 2016 se desarrolla la Segunda Guerra Ñu, que ésta está jalonada por dos etapas claramente diferenciadas: la que va de 2010 a la salida del ovetense de la rossa (2014), y la que se inicia en 2015 con el desembarco de Sebastian Vettel en Italia, que durará hasta que el feeling del alemán con su escuadra comienza a hacerse añicos bien avanzado 2016.

Durante este largo periodo (7 años) siguen vigentes las tres premisas que comentábamos hace unos párrafos: Fernando Alonso es un soberbio y un desagradecido; no es un piloto sobresaliente y todo lo hace su coche; y no sabe elegir escudería. Y el ñuísmo, muy venido arriba, la verdad, persevera en exigir al alonsismo autocrítica, petición pública de perdón y un poquito de por favor. 

Pero en 2014 ocurre algo inesperado. Lewis Hamilton consigue su segundo entorchado mundial, esta vez con Mercedes AMG, y los ñúes que habían dado la espalda al británico para engrosar las filas del bando vetteliano, renuncian a seguir a Sebastian Vettel para volver sobre sus pasos, siendo mirados a partir de este momento con desdén por Hamiltonistas y Vettelistas de buen corazón, y quedando, obviamente, abandonados a su suerte. 

Los lewisitos (luisitos), como se les conoce, ocupan en la actualidad un pequeño territorio de pasto al sur del Serengueti, aunque junto a los ñúes vettelianos y los tifosi que decidieron volver a serlo en cuanto Fernando abandonó La Scuderia, han intervenido en alguno de los más feos episodios de la denominada La del robo de Il Cavallino, guerra de escaramuzas sin entidad propia, que ya está siendo considerada por los expertos como el auténtico detonante de la Tercera Guerra Ñu.

La llegada de Alonso a Woking marca el inicio de esta nueva fase cuyo final se promete cercano, no más allá de 2017 si los ñúes verstappenianos no espabilan antes, que podría ser, ya que los luisitos y vettelianos, así como los tifosi de quita y pon, han empezado a echar pestes contra el deporte y amenazan con dejar de ver la Fórmula 1 a partir de la caída libre que está protagonizando el piloto de Heppenheim.

De momento, lo de Alonso está por ver, ya me entendéis, y el ñuísmo verstappeniano es muy bisoño y no está consolidado como gran movimiento, ni considerado como tal por los especialistas, aunque hay evidencias de un fuerte y constante trasvase de individuos provenientes de los grupos ya descritos antes. Además, el Serengueti no da para tanto. Pero en fin, a lo peor tenemos Gran Guerra Ñu para rato, ¿quién sabe?

Os leo.