Como tantas veces me sucede últimamente, no tenía pensado ponerme a escribir.
Llevo sin hacerlo desde el martes pasado y después de la tralla que me he metido entre pecho y espalda durante la semana, me encuentro a día de hoy como si me hubiese pasado por encima una manada de elefantes, para qué voy a engañaros. Pero puesto que una cosa lleva a la otra y me conozco en estas lides, en vez de holgazanear un rato más me he dicho: ¡rompe la rutina, mamón!
Y la voy a romper hablando de órdenes de equipo, y, en concreto, de las que no ha aplicado Red Bull durante la disputa del Gran Premio de Malasia, lo que nos ha significado a los sufridos aficionados, disfrutar de una más que merecida victoria de Daniel Ricciardo.
Por poneros en antencedentes, os diré que siempre he estado a favor de las órdenes de equipo, incluso cuando estaban oficialmente prohibidas, porque entiendo que en un deporte de equipo como es la Fórmula 1, lo normal es que existan directrices que faciliten la labor de la escudería, bien minimizando posibles daños, bien optimizando las posibilidades de los respectivos pilotos en aras de conseguir el objetivo común. Otra cosa es que haya órdenes de equipo que no entienda ni la madre que las parió, y se apliquen como si el respetable fuese tonto del culo o se chupase el dedo. Ahí, no. Ahí no he estado nunca.
Pero como decía hace un par de párrafos, hoy Red Bull se ha hecho merecedora de que me quite el sombrero en público, porque aunque parezca que no, ha habido órdenes en Sepang (lo doy por seguro), pero han sido lógicas, neutrales con el espectáculo, y, por tanto, asumibles para todos.
El último stint de la carrera es el más delicado de gobernar, y, por ello, en los briefings se establecen los objetivos, los límites, y los códigos que serán manejados durante esa fase de la prueba con tal de que el gobierno de la escuadra no resulte demasiado cantoso. En este sentido, la de Milton Keynes se ha portado en Malasia de la manera más inteligente posible. Las cosas han salido a pedir de boca, entre otras cosas porque Daniel y Max se han comportado como dos auténticos hombres de equipo.
Mark Webber jugueteaba en el podio con la idea de la posible existencia de una Multi 33 en alusión a que Verstappen (dorsal 33) podía parecer, a priori, como gran beneficiado de una posible orden de equipo, y sin duda, recordando también la famosísima Multi 21 que Sebastian Vettel se pasó por el arco del triunfo en Sepang hace tres años y medio, y a estas horas está calando en el personal la idea de que no ha habido órdenes...
Repito, sí las ha habido. Porque siempre las hay y porque lo lógico es que las haya.
Obviamente no las hemos notado, algo que bajo mi punto de vista es de agradecer. Así que me juego la mano con que dibujo a que Max y Daniel tenían como objetivo cosechar el mayor número de puntos en Malasia porque Red Bull se está jugando la segunda posición del Mundial contra una Ferrari que sigue empeñada en pegarse tiros en el pie. Pero no conviene aflojar, ni mucho menos desaprovechar la oportunidad que ha brindado hoy la rotura de UP sufrida por Lewis Hamilton. Así que después de medir sus fuerzas sobre el asfalto, el piloto australiano y el holandés han hecho lo que se esperaba de ellos: poner el objetivo del equipo por encima de sus propios egos.
En vulgar paladino, que suena mejor: limitarse a cumplir las órdenes recibidas evitando exponerse a riesgos innecesarios, y en el caso que nos ocupa, firmando un doblete limpio que sabe a esencia de Fórmula 1.
Os leo.
Llevo sin hacerlo desde el martes pasado y después de la tralla que me he metido entre pecho y espalda durante la semana, me encuentro a día de hoy como si me hubiese pasado por encima una manada de elefantes, para qué voy a engañaros. Pero puesto que una cosa lleva a la otra y me conozco en estas lides, en vez de holgazanear un rato más me he dicho: ¡rompe la rutina, mamón!
Y la voy a romper hablando de órdenes de equipo, y, en concreto, de las que no ha aplicado Red Bull durante la disputa del Gran Premio de Malasia, lo que nos ha significado a los sufridos aficionados, disfrutar de una más que merecida victoria de Daniel Ricciardo.
Por poneros en antencedentes, os diré que siempre he estado a favor de las órdenes de equipo, incluso cuando estaban oficialmente prohibidas, porque entiendo que en un deporte de equipo como es la Fórmula 1, lo normal es que existan directrices que faciliten la labor de la escudería, bien minimizando posibles daños, bien optimizando las posibilidades de los respectivos pilotos en aras de conseguir el objetivo común. Otra cosa es que haya órdenes de equipo que no entienda ni la madre que las parió, y se apliquen como si el respetable fuese tonto del culo o se chupase el dedo. Ahí, no. Ahí no he estado nunca.
Pero como decía hace un par de párrafos, hoy Red Bull se ha hecho merecedora de que me quite el sombrero en público, porque aunque parezca que no, ha habido órdenes en Sepang (lo doy por seguro), pero han sido lógicas, neutrales con el espectáculo, y, por tanto, asumibles para todos.
El último stint de la carrera es el más delicado de gobernar, y, por ello, en los briefings se establecen los objetivos, los límites, y los códigos que serán manejados durante esa fase de la prueba con tal de que el gobierno de la escuadra no resulte demasiado cantoso. En este sentido, la de Milton Keynes se ha portado en Malasia de la manera más inteligente posible. Las cosas han salido a pedir de boca, entre otras cosas porque Daniel y Max se han comportado como dos auténticos hombres de equipo.
Mark Webber jugueteaba en el podio con la idea de la posible existencia de una Multi 33 en alusión a que Verstappen (dorsal 33) podía parecer, a priori, como gran beneficiado de una posible orden de equipo, y sin duda, recordando también la famosísima Multi 21 que Sebastian Vettel se pasó por el arco del triunfo en Sepang hace tres años y medio, y a estas horas está calando en el personal la idea de que no ha habido órdenes...
Repito, sí las ha habido. Porque siempre las hay y porque lo lógico es que las haya.
Obviamente no las hemos notado, algo que bajo mi punto de vista es de agradecer. Así que me juego la mano con que dibujo a que Max y Daniel tenían como objetivo cosechar el mayor número de puntos en Malasia porque Red Bull se está jugando la segunda posición del Mundial contra una Ferrari que sigue empeñada en pegarse tiros en el pie. Pero no conviene aflojar, ni mucho menos desaprovechar la oportunidad que ha brindado hoy la rotura de UP sufrida por Lewis Hamilton. Así que después de medir sus fuerzas sobre el asfalto, el piloto australiano y el holandés han hecho lo que se esperaba de ellos: poner el objetivo del equipo por encima de sus propios egos.
En vulgar paladino, que suena mejor: limitarse a cumplir las órdenes recibidas evitando exponerse a riesgos innecesarios, y en el caso que nos ocupa, firmando un doblete limpio que sabe a esencia de Fórmula 1.
Os leo.
Fue una carrera muy divertida, la verdad. A falta de lluvia pasaron cosas. Algo va quedando claro: a Vettel le puede el ansia y ésta se transforma en impotencia. Queda claro también que le falta experiencia en las salidas más atrás de la primera línea de la parrilla. Ya he perdido la cuenta de los incidentes en los que se ha visto metido en la primera curva en lo que va de campeonato y, al menos, en esta ocasión parece que hay unanimidad en que fue culpable. De hecho, le arruinó la carrera a Rosberg, aunque el mal se minimizó con la remontada que éste hizo.
ResponderEliminarLos Mercedes parece que tienen debilidades en cuanto a refrigeración de motor y frenos, pero su chasis es otra cosa: parece hecho de adamantium.
Y Alonso hizo una muy buena remontada, pero tampoco creo que sea para tirar cohetes: tenía todos los neumáticos del mundo por estrenar y aunque hubiera salido octavo o noveno no creo que hubiera escalado más que una posición o dos: su compañero salió noveno y llegó octavo: ese es el nivel del coche, de momento. Veremos en Japón.