lunes, 8 de agosto de 2016

Triangulando, que es gerundio


Confundir causa con efecto suele arrojar como consecuencia una lectura de la historia —el caso que me ocupa esta noche—, que tiene demasiadas similitudes con los chistes de Gila, aunque carecen de la gracia que imprimía don Miguel a sus cosas.

Ha sido entrever que hay algo más que tomate entre Heineken, Bernie y la fábrica de héroes del automovilismo que tiene sede social en Milton Keynes, y que la inquisición haya perdido el culo en resucitar la letanía del Santander, no sea que se nos olvide que, esto, además de un deporte, es un gigantesco negocio, y de paso, que internet falla más que una escopeta de feria cuando es tomada como la quintaesencia de la memoria colectiva.

El caso es que no tenía pensado darle a la tecla esta noche, pero a media tarde me ha llamado un colega preguntándome si le podía dar mi opinión sobre la implicación de nuestra mayor entidad financiera en asegurar el asiento de Fernando Alonso en 2013, y cuando he vuelto al estudio, me he encontrado con un aficionado que abundaba en el mismo tema en una entrada anterior...

Los enemigos rodeaban el fuerte.

He pedido refuerzos. En la mayoría de chorradas que escribo siempre hay un denominador común: triangulo la información que analizo. La vida no es plana, sino poliédrica, ya sabéis, y cuando se triangula una posición hay muchas más posibilidades de dar con la tecla. 

Pero a lo que vamos. Circula entre los torquemada un artículo del 15 de septiembre de 2013, sin firma, que alude sin aportar enlace a otro de días antes escrito por Andrew Benson para la BBC, y que deja entrever la existencia de una fuente anónima...

No tiene desperdicio [El patrocinio del Santander evitó que Ferrari decidiera la salida de Alonso]. La única contestación al mismo es lacónica pero meridianamente clara: «No me creo nada, noticia fakeSu discurso choca diametralmente con la información ofrecida posteriormente sobre aquellos sucesos por Leo Turrini, por el propio Luca Cordero di Montezemolo, por otros protagonistas como Mauro Forghieri, por las evidencias que arrojó la temporada 2014, y, obviamente, por la llegada de Sebastian Vettel a Maranello.

Nada de esto importa. Kimi hace de aglutinador de una secuencia de acontecimientos que no compraría ni un mono borracho. En su caso, y de ser cierto que Benson y la BBC se embarcaron en tan singular aventura, queda claro que el nivel del periodismo entendido británico está como poco a la misma altura, en calidad, de la que proponen habitualmente en sus artículos algunos de nuestros más señeros juntaletras.

Benson es mucho Benson, pero sintetizando: Raikkonen no era el objetivo de La Scuderia para ese puesto de primer piloto y El Santander ha utilizado la Fórmula 1 para lo que suelen usarla todas las corporaciones.

En todo caso, triangulando, triangulando, me asalta la sensación de que quien quiso colgarse la medalla de defender a Fernando pudo ser a la postre, el mismo protagonista que estuvo vendiendo la espalda del asturiano entre septiembre de 2013 y octubre de 2014, quizás porque ya no servía a sus intereses.

Vettel, el nuevo mesías, la moderna formulación de la ecuación Schumacher en la de Il Cavallino... Eso sí que era atractivo, y sumamente rentable, y marketing deportivo llevado hasta sus últimas consecuencias. Contando con Kimi, por supuesto, quien por lo que se ve, lo mismo vale para un roto que para un descosido.

Os leo.

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