A falta de un Simbad o un Jacques Cousteau que llevarnos a la boca, nosotros tuvimos a Miguel. Decía esta mañana el periodista Manuel Franco que la infancia se va; que cuando niño, él también quería tener un inmenso bigote, ser
valiente y vivir aventuras... Yo habría pagado por tener sus ojos grises, cuando anciano, el navarro miraba el mundo desde la más honda de las sabidurías.
El hombre medicina apretaba contra sí al frágil y sonriente José María González Barea, como si fuese una anaconda. Era un día plomizo en la Casa de Campo. En Currito, Miguel reía.
Emilio y yo veníamos del Museo Naval y llevábamos prisa, como de costumbre. Zarpábamos para Bilbao como quien ha avistado puerto y teme que se pierda en la niebla. Y allí dejamos a Josemari y a Miguel, con sus secretos y sus cosas, después de un breve y familiar cruce de palabras y un apretón de manos cuyo tacto quiero recordar pero no puedo.
De aquella estampa sólo quedo yo encendido.
Yo y mi envidia de esos ojos que siempre me han recordado tanto a los de mi madre. Y el olor dulce de su sabiduría, de sus crónicas del Vietnam, de sus aventuras en la selva o el Amazonas. De sus chavales de la Ruta Quetzal, de su voz, de su juventud a pesar de los años llevados a cuestas. De su amor por el País Vasco y de las palabras de mi padre acertando a decir: «Tatito, eres un tipo importante», cuando le comenté que Miguel de la Quadra-Salcedo me había estrechado la mano...
Lleva razón Manu en que la infancia se nos va. Hermida, hoy el hombre medicina... Bien es verdad que la mía no se ha movido de su sitio aunque se deshace como un castillo de arena ante los golpes de la mar soberana, sus olas, su ritmo, y el empeño que lleva en su entrañas de que recordemos el ayer como si fuese una fábula a cuya sombra crecimos hasta hacernos hombres o mujeres.
Os leo.
Precioso homenaje.
ResponderEliminarUn saludo
Sr. Polyphenol
Nos ha dejado un GRANDE. Hoy el mundo es un lugar peor donde vivir. Ahora estará viviendo aventuras inimaginables en otra parte y lamentando no poder contárnoslas.
ResponderEliminarHermoso escrito, Josetxu!!!
Lo recuerdo mucho de mi infancia por la ruta quetzal, aquí en Venezuela se veía por tve. Y no me perdia ninguno de sus programas, paz a sus restos.
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