El momento tan deseado por algunos, en que por fin se podrían separar los buenos de los malos aficionados como si fuesen grano después de la siega, está ofreciendo unos resultados bastante chocantes.
Lo comentaba el otro día: la mayor parte de ausencias —prefiero llamarlas así—, se focaliza entre los que durante años han estado batiendo las líneas del seguimiento de la Fórmula 1 en España, en base a que éste era coyuntural ya que dependía de las victorias de Fernando Alonso en los circuitos. La realidad, sin embargo, testaruda como una mula, ha definido un escenario en el cual, la ausencia de triunfos del asturiano no ha hecho otra cosa que hacer desaparecer a la mayoría de ellos.
Han pasado diez años desde que el de Oviedo consiguiera su segundo y de momento último título mundial, y en este periodo de tiempo, los blogs supuestamente equidistantes o directamente críticos con el mal llamado alonsismo, han caído como páginas de opinión en base a diferentes excusas que en el fondo son la misma: «la Fórmula 1 ya no es lo que era», como si cuando nos quejábamos los demás sí lo fuera, nos ha jodido.
La mayoría de estos autores se mantiene activa en las redes sociales perseverando en la actualidad en el tradicional «sostenella y no enmendalla», agudizando la sensación aldeana de que lo que ocurre ahí fuera se debe fundamentalmente a que no nos miramos lo suficiente el ombligo, y chocando diametralmente con una afición que pretende seguir disfrutando de este deporte a pesar de tener plena conciencia de que no está pasando por uno de sus mejores momentos.
Y es que por mucho empeño patrio que haya en seguir depositando las responsabilidades en espaldas ajenas, son cada vez más las voces que alertan extramuros de que el camino abordado en la última década no ha sido el idóneo. Que tanta contención de gasto ha resultado un absoluto despropósito en un deporte que necesita de fuertes inversiones para continuar dando espectáculo; que el peso de la ingeniería y la aerodinámica es excesivo; que los pilotos deberían recuperar el espacio perdido; que hace falta desandar una buena parte del camino, etcétera, etcétera, etcétera...
Y el caso es que como mencionaba también el otro día, quitando el feo asunto de la calificación, las dos carreras inaugurales de esta temporada han resultado francamente buenas, con ingredientes suficientes como para saborearlas desde la salida al banderazo final. Y allá que vamos a por la tercera, el Gran Premio de China, mientras los que hasta hace nada abominaban de la «fórmula Alonso», nos han pasado hábilmente el testigo para que nos comamos el marrón de mantener vivo todo esto.
Si eso, ya volverán cuando escampe a decirnos lo que hemos hecho mal, aunque conociendo el percal, lo dudo.
Os leo.
Es gracioso ver como la austeridad aplicada en toda Europa a nivel político ha resultado un desastre y que ésto mismo ha sucedido también en la F1, estamos gobernados por auténticos descerebrados a todos los niveles. Hacía mucho que no escribia nada, pero sigo aquí todos los dias atento a cada nueva entrada, sigue así.
ResponderEliminarJorge, completamente de acuerdo contigo. Ya lo vaticinó George Orwel en su novela "1984": la neo-lengua tiene como finalidad convencer a las masas de lo contrario que la realidad dicta. Véase "austeridad".
ResponderEliminarLo de la austeridad es un cuento para niños. Tanto en la F1 como en la economía real. La pasta que se han gastado los motoristas en desarrollar nuevos motores híbridos sólo lo saben ellos; austeridad hubiera sido seguir unos años más con la base que tenían y permitir su desarrollo hasta sus límites, poniendo un tope claro y controlable en el resto de los gastos. Austeridad no existe cuando se incrementa cada año la deuda pública sin límite; lo que están haciendo es un desvío de los fondos disponibles hacia donde interesa a quien todos sabemos y pagar los intereses bestiales de la deuda acumulada, de lo que se beneficia quienes todos sabemos. De asuteridad, nada de nada: Es un saqueo en toda regla.
ResponderEliminarSaludos!