Cumpliendo escrupulosamente con la liturgia española, llevamos unos días saludándonos porque Antonio Lobato cuelga el micrófono este próximo domingo.
Lo malo es que con él se va el pedacito de historia de la Fórmula 1 de nuestro país, que habiendo amasado aficionados a cascoporro al amparo de la voz del calvo, como le dicen, ha permitido que desembarque el modelo pay per view casi a tiro hecho pero sin dar cifras. Y lo peor, que con él también se van Pedro, Marc, Cristóbal, Jacobo, Laura, Lucía, y los ecos de Nira, Álvaro, María, Víctor o Gonzalo, junto a las lecciones impagables de Toni Cuquerella cuando andaba en HRT, y aún después.
Seguro que se me ha quedado alguien en el tintero, pero creo que no importa demasiado. Antonio y su equipo nos van a dejar huérfanos y eso es irreparable. Y si esto no fuera España y la culpa siempre la tuviera el aficionado nuevo —¡Joder con el adjetivo! Llevamos más de 10 años siendo nuevos, ya me entendéis—, seguramente se habría abierto un crowdfunding para levantar un monumento a toda esta tropa.
En vez de ello, uno se encuentra esta mañana en uno de esos diarios deportivos que leen mis cuñados y amigos de tertulia, por ejemplo, que se hace apología de Movistar F1 como si el trabajo realizado hasta el momento por las cadenas que ofrecen F1 en abierto hubiese sido pernicioso, y la propuesta de Merlos y su gente, fuese la panacea que encontrará la cuadratura del círculo al módico precio que nos pone la bendita operadora.
Hasta ahí todo bien, que decía aquél. Cada uno sueña como quiere y con lo que quiere, y aunque juro por lo más sagrado que entre mis sueños no se encuentra que Josep Lluis me convierta en colaborador —si fuese rubia...—, no me gusta que me cambien las cosas de sitio, ni mucho menos que me obliguen a ir a la cafetería o a las cenas familiares, armado hasta los dientes con argumentos por aquello de poder defenderme adecuadamente.
El aficionado ha pagado siempre. No nos equivoquemos en este apartado. Tragar publicidad es una forma de pago, como lo es el abono a como sea que se llame donde se puede ver Movistar F1.
La diferencia es que cuando el producto es una porquería —que lo es a tenor de las ausencias, de los circuitos que todavía están en el alero, de las declaraciones de Patrick Allen (director de Silverstone), o de las movidas que se traen y llevan los del cotarro porque se les cae el tinglado de puro aburrido que resulta—, cuando pagas por el supuesto espectáculo viendo anuncios, puedes apagar el televisor o el ordenador y santas pascuas, se rompe la alianza. Pero si estás abonado, te jodes.
Ese es el quid de la cuestión bajo mi humilde punto de vista.
El aficionado es un mero receptor de contenidos, y si se evapora actualmente no es porque no esté Alonso, ya que el fenómeno también afecta a otros países donde el asturiano no es el héroe nacional (Toto dixit), sino porque el asunto no pita. Pero si se evapora, que es a lo que vamos, los anunciantes no apuestan por los programas y se acaba la fiesta, en Antena3, en La Sexta o en Movistar F1. Con Antonio o sin él, para que nos entendamos.
Y no, tampoco es verdad que todos los blogs y podcasts hayan perdido audiencia porque sí, lo que justifica que haya gente jeta que lo quiere todo gratis y sea reacia a pagar.
Nürburgring es gratuito y sobrevive, y cuando el año pasado rondaba las 700 visitas por entrada, hoy es el día en que no bajamos de las 1.000 cuando me consta que muchos de mis colegas no llegan ni a las 200. Pero tal vez todo se reduzca a que cuando una carrera me parece un truño, voy y lo escribo, y lo razono. O que cuando no hay mucho de qué hablar, me meto en jardines como el de hoy para que los lectores saquen sus propias conclusiones.
O sencillamente, porque a lo peor mi abuela llevaba razón cuando decía aquello de si ves a tu vecino la barba pelar, pon la tuya a remojar.
Nürburgring es gratuito y sobrevive, y cuando el año pasado rondaba las 700 visitas por entrada, hoy es el día en que no bajamos de las 1.000 cuando me consta que muchos de mis colegas no llegan ni a las 200. Pero tal vez todo se reduzca a que cuando una carrera me parece un truño, voy y lo escribo, y lo razono. O que cuando no hay mucho de qué hablar, me meto en jardines como el de hoy para que los lectores saquen sus propias conclusiones.
O sencillamente, porque a lo peor mi abuela llevaba razón cuando decía aquello de si ves a tu vecino la barba pelar, pon la tuya a remojar.
Cae la Fórmula 1 en abierto, cerramos una modalidad, pero me temo que en dos años a lo sumo, también caerá la de pago como nuestro deporte no reaccione.
Os leo.
Pues viendo lo que se ve por esos circuitos del mundo mundial y la cantidad de carreras aburridas que nos hemos tragado en abierto y con anuncios,o mucho cambia el circo o tendremos que decir lo que decia Porky al final de los dibujos animados: Esto es to......esto es to.....ESTO ES TOODO AMIGOS¡¡¡¡¡
ResponderEliminarY ahí te prefiero, simple y sin vueltas. O con las vueltas que te concede el buen uso del teclado, porque tienes estilo.
ResponderEliminarSoy ingeniero, vivo de la tecnología, respiro tecnología, y me gusta este deporte que destila tecnología por todos sus poros, pero prefiero que me hables de F1 como de la vida misma, y me permitas reflexionar de las carreras y también de todo el contexto (de carne somos al fin de cuentas...) que construye y a la vez destruye esta disciplina.
Es una pena el éxodo masivo de audiencias, yo mismo he perdido interés, imagino que en todos lados es más o menos igual. Pero convengamos que se lo ganaron a pulso, por pretender reinventar la rueda.
GRANDE...AMEN HERMANO...
ResponderEliminarYa pueden ir esperando para que pague por ver Fórmula 1. Si he pasado sin ver el VI naciones podré vivir perfectamente sin ver esta Fórmula 1 de farsa y aburrimiento.
ResponderEliminarKing Crimson
Hola a Jose y a todos,
ResponderEliminarYo, desde luego, no voy a pagar un duro por ver estos truños de carreras. Ni sé hace cuánto no me emociono con las retransmisiones. En estos años, y lo siento por parecer moñas, y lo siento porque es triste de cojones, lo mejor de la F1 está siendo nürbur. Mañana más...
Un saludo,
ABB
Eso es lo que pasa cuando crees pagar o comer un buen chuleton y lo que tienes es un mojón, la culpa del maestro armero.
ResponderEliminarGrande Jose.
Amperimetro.