Lento y seguro, amigo conductor

La credulidad es un derecho pero no una obligación, y aquí que estamos a finales de semana, hablando todavía de si Ferrari hizo bien confiando en Pirelli o hizo mal, porque al final se trata de eso: de confiar o no en quien te suministra el material con el que disputas las pruebas. Mientras, eso sí, la milanesa y la FIA siguen investigando qué demontres sucedió en Spa.

Tenía tarde tonta y no sabía si hablar de Pirelli o hablar de Pirelli, y mira por dónde, me he decidido a hacer un doble salto mortal hablando de Pirelli, porque con la tontería del otro día, la FIA está pensando en implementar en Monza eso de la «velocidad máxima recomendada», y en mi infinta ingenuidad, me ha dado por pensar en qué será lo próximo que se le ocurrirá a esta pandilla de hijos de su madre, cuando ni la velocidad máxima recomendada sirva para ocultar que el producto es una porquería que además pone en riesgo a los pilotos.

A ver, que esto son habas contadas. Uno sigue a nueve alonsistas de cada diez por aquello de andar metiéndoles el dedo en salva sea la parte, por ejemplo, y lo lógico es que vaya sacando conclusiones del estilo: «Es curioso, el 90% de los antis resulta que son alonsistas... Por qué será..?»

Con Pirelli sucede lo mismo. No nos cuidamos, tragamos cualquier cosa y aceptamos que el cambio sufrido por las gomas en 2013, tras los desastrosos sucesos de Silverstone, se debieron a una necesidad de garantizar la bendita seguridad, cuando en cada box de la parrilla había un delegado de la fabricante de gomas, que tenía la obligación de oponerse a que los equipos cambiaran de dirección los neumáticos (talón exterior en el interior y viceversa), solución que fue señalada como causante de lo de Gran Bretaña y que llevaba funcionando, que sepamos, desde el Gran Premio de Mónaco de aquella misma temporada.

Aceptada la razón oficial, el resto fueron celos, mala saña y antideportividad a raudales, lo normal para un perro, vamos, ya que el Red Bull renació de sus cenizas a la vuelta de las vacaciones de verano, porque en Milton Keynes hicieron bien su trabajo en agosto, cuando se supone que nadie puede trabajar. Y no hagáis preguntas insidiosas, ¡por Dios!

A raíz de aquello, el tema de las ruedas se endureció un poco más. Los equipos perdieron margen de maniobra con un elemento que jamás debía haber dejado de ser secundario, y ahora, la rueda trasera izquierda tiene que estar en la zona posterior del lado izquierdo del vehículo siguiendo las indicaciones del fabricante, y en el sentido de marcha correcto. Y la derecha posterior, en el punto y sentido correspondiente, como cada una de las delanteras...

Y llega Spa-Francorchamps y todo va bien porque así lo ha previsto Pirelli, hasta que se tuercen las cosas y entonces, la culpa es de Ferrari porque no ha contemplado la posibilidad de que la italiana siga haciendo ruedas de caca, compuestos para show, como delataron Mark Webber y André Lotterer en referencia a la comparación imposible de las Pirelli con las Michelin del WEC [Show business], que la milanesa no es fiable ni en los abanicos de funcionamiento que propone (40 vueltas en tierras belgas, según los expertos), ni en el comportamiento del compuesto, que ni avisa de que se está deshaciendo hasta que se hace papilla, ni por supuesto, en la adecuada formación técnica de sus delegados.

Y la culpa es de La Scuderia y de Vettel por hacer lo que se presupone que tienen que hacer: ofrecer espectáculo arriesgando. Y Hembery y su gente rescatan una idea precisamente de 2013, de después de todo aquél lodo que empañó el cuarto título de Vettel, y la FIA la admite a trámite. Y podría ser que en Monza la Fórmula 1 fuese un pelín más mierda por la consabida seguridad by Pirelli.

Pero que no se llame a engaño nadie. La mala imagen que tiene la milanesa no es de acuñación española ni bebe de un alonsismo que ha llevado mal las victorias del innombrable. Desde que aterrizó en la máxima categoría del automovilismo, la imagen de Pirelli se ha ido por los suelos en todo el globo, porque sirve exclusivamente a un patrón que entiende el deporte a su manera, que nos está llevando al hoyo, pero que a decir de los mismos que desayunan ruedas de molino sin echar eructos, resulta a día de hoy imprecindible.

Os leo.