Ocurrió ayer tarde. A Lewis Hamilton no le dejaron responder a la invitación para compartir Royal box con lo más granado del true-lovers tennis británico, porque no iba vestido para la ocasión.
Iba arreglado pero informal, entendámonos, incluso llevaba la camisa abotonada hasta el cuello, y sombrero, y había dejado a Roscoe en casa, lo que no nos impide sacar la conclusión de que su vida sin Nicole es un completo sindiós, ya que a ella se le habría ocurrido echar siquiera un vistazo a las normas de etiqueta que regulan el comportamiento en público de la gente guapa cuando se acerca a Wimbledon.
El Royal box es como un apartamentito en la Quinta Avenida pero sacado de contexto. Como el castizo a un santo dos pistolas. Algo chocante, chic, un oasis de buenas maneras que recuerdan al vulgo, que el British Empire se sostiene a trancas y barrancas por cosas así, pues no todo va a ser exportar borrachos o hooligans a las costas del Mediterráneo, ya que sus cimientos están enraizados en el respeto a las más profundas tradiciones.
Qué tiempos aquellos en los que el mismísimo Principe de Gales, casado por entonces con Lady Di, mantenía por teléfono con la esposa del Mayor Andrew Henry Parker Bowles, la siguiente y trascendental conversación:
—Camilla: «¡Ja, ja, ja, ja! ¿En qué te vas a convertir? En unas bragas? Vaya, ¿Así que te vas a convertir en unas bragas?»
—El Príncipe: «¡Dios no lo quiera; en un Tampax. Estaría bueno!»
—Camilla de nuevo: «¡Qué tonto eres! ¡Ay. Qué idea más buena!»
—El Príncipe otra vez: «!Menuda suerte. Ser arrojado a la taza del water y no parar nunca. Dando vueltas en el agua sin hundirme jamás...!»
Huelga decir que Lewis se quedó en esta parte de la historia cuando eligió la ropa para echar la tarde con el selecto grupo de personalidades que acostumbran a dejarse ver en el Royal box, con la intención de que la prensa del corazón anglosajona les ponga circulitos numerados y nos cuente quién estaba al lado de quién, criticando de paso si vestían lo suficientemente bien y tal, como para permanecer en los aledaños de los Duques de Crambridge, los protagonistas de la conversación de antes, o el Duque de Edimburgo —la Queen no acostumbra a acercarse por esos lares—.
Aunque también es verdad, que hace años y por cumplir el protocolo, sobre todo por evitar dar el cante, un lacayo o un guardaespaldas, se habrían quitado camisa, chaqueta y corbata, para cedérselas al británico bicampeón del mundo de Fórmula 1, quizás el último héroe auténtico de las Islas. Me consuela saber que Darth Vader tampoco habría pasado el corte protocolario, aunque me preocupa que a estas horas de lunes y con la que está cayendo, sea a Lewis a quien se le tilde de extravagante.
Os leo.
Os leo.
Llevó a la práctica la famosa cita marxixta. "No deseo pertenecer a ningún club que acepte como socio a alguien como yo".
ResponderEliminar¡Saludos!
Es tan sencillo como que Hamilton hubiera cumplido el código de etiqueta requerido en dicho palco... O es que "como soy Lewis hamilton hago lo que me sale de los ...."? Yo creo que no, es la casa de otros y habrá que respetar sus normas. Vamos, digo yo.
ResponderEliminarY Orroe, vale que el personaje de Star Wars al que aludes vestía de negro y tenía un carácter taciturno, pero no nos le cambies el nombre! Darth Vader se llamaba el padre de Luke y Leia :-D
Ya hemos restituido el nombre a Darth Vader, por buen comportamiento XDDDD
ResponderEliminarUn abrazote, pareja ;)
Jose