Comenzábamos hablando de la noche y a hurtadillas se ha cernido sobre el circuito de La Sarthe casi sin avisar. De momento la lluvia está respetando la prueba aunque las previsiones meteorológicas han adelantado su aparición alrededor de las 5 de la madrugada de mañana domingo.
En fin, decíamos que toca esa zona de horas brujas en las que los pilotos y sus máquinas van a tener que luchar como jabatos en mitad de la oscuridad, y sinceramente, no les arriendo la ganancia. El cuerpo humano tiene tendencia a seguir un biorritmo determinado y a pesar de la enorme preparación física a la que se han sometido los conductores que permanecen en pista y también los que les harán el correspondiente relevo, sobreponerse al cansancio va a resultar de crucial importancia.
No es fácil, nunca lo ha sido.
Quien haya desempeñado cualquier labor a deshoras sabe de lo que hablo. Por mucho que uno descanse o sepa a lo que se atiene, o incluso si se considera acostumbrado al cambio de horario, el cerebro solicita descanso porque es lo que toca y hay que estar muy curtido para enfrentarse a eso.
Estar despierto cuando se debería estar durmiendo es un completo sindiós, no nos engañemos, y los pilotos que disputan las 24 Horas de Le Mans son tan de carne y hueso como nosotros.
Quien haya desempeñado cualquier labor a deshoras sabe de lo que hablo. Por mucho que uno descanse o sepa a lo que se atiene, o incluso si se considera acostumbrado al cambio de horario, el cerebro solicita descanso porque es lo que toca y hay que estar muy curtido para enfrentarse a eso.
Estar despierto cuando se debería estar durmiendo es un completo sindiós, no nos engañemos, y los pilotos que disputan las 24 Horas de Le Mans son tan de carne y hueso como nosotros.
Pero la carrera es así y entre sus numerosos alicientes, está el de que un tercio de la prueba transcurre con la miserable y única ayuda de los focos.
Por fortuna para los conductores, la nubosidad ha impedido que la luz del atardecer machacara sus ojos. Las viseras disfrutan en la actualidad de filtros nocturnos que ayudan a pasar el mal trago, pero hubo un tiempo en que no había este tipo de recursos. Todo avanza y en este tipo de matices también, pero hay que correr como galgos porque es el momento de la prueba en que las debilidades del contrario se acrecientan, como las de uno, ya que en estos instantes todos interpretan el papel de presas y de cazadores a la vez.
La noche es mágica pero en Le Mans también es traicionera. Quedan algunas horas para el amanecer y los equipos grandes las aprovecharán para ir perfilando sus posiciones de cara a enfocar el último tercio de la disputa. Lo que se consiga ahora será siempre un terreno bien ganado. Lo que se pierda, puede que no se pueda recuperar hasta el año próximo.
Os leo.
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