La práctica desaparición de Red Bull, ha originado un estado de narcolepsia que aún anda afectando a buena parte del personal. No es nuevo ni preocupante. La Fórmula 1 siempre ha sido así y es así como entiendo que hay que comprenderla.
Otra cosa es que lo del «coche inferior», empiece a repetir como el pepino en la ensalada.
El año pasado, precisamente con un coche realmente inferior, un tal Daniel Ricciardo dio sopas con honda a su compañero de equipo hasta que llegaron las rebajas de agosto, y supo vencer por tres veces a la todopoderosa Mercedes AMG, la misma escudería que hoy por hoy marca las diferencias en el patio del parvulario como las marcaba hace tan sólo unos meses.
El trasto que parió Milton Keynes en 2014 salió malo de narices, nadie en su sano juicio podría negarlo, tanto que a Sebastian Vettel se lo cambiaron tres veces para que al cabo, terminara llamándolo «gurke» o comparándolo con un Fiat Panda. Pero el australiano protagonista de esta entrada supo sobreponerse, hacer de tripas corazón, y sin el apoyo de su equipo, llevarlo a la luna y más allá en cuanto tuvo oportunidad.
Claro está que Ricciardo venía de un hierro como el Toro Rosso de 2013, y que tamaña circunstancia, sirvió de excusa para justificar su adaptación a un hierro sustancialmente mejor, el RB10. No obstante, con el RB11 de esta temporada —otro hierro, para qué vamos a engañarnos, a pesar de que hablar de tanto metal empiece a resultar pelín cansino— sigue sacudiendo a su compañero, en este caso Daniil Kvyat, aunque estas cosas nunca encuentren hueco para ser mencionadas por los gurúes del asunto.
2014 no existe para muchos. Todo ha sido pasar de 2013 a 2015 borrando las huellas que dejó una sesión sobre la que cabría decir, que merecía más atención de la que se le ha dispensado, entre otras menudencias, porque el aussie junior que reemplazó a Mark Webber, la lideró por encima de un tetracampeón del mundo de igual manera que la lidera ahora, sobre un recién ascendido. Con soltura, por si hacen falta más pistas.
Lo suyo sí fue correr a bordo de un coche realmente inferior.
Ricciardo marcó y sigue marcando la pauta en Milton Keynes, pero dudo mucho que llegue a ser recordado más allá de aquella anécdota por la cual, la idiotez y el empecinamiento de su escudería, le impidió mantener el podio en Australia 2014.
Por no quedar, no quedará del australiano ni aquella tontería de dejar que Sebastian Vettel siguiera luchando al estilo Felipe Massa, cuando era él quien se jugaba el segundo puesto en la general de pilotos...
Los números, que son muy tramposos y traicioneros cuando se barajan sin un contexto que los arrope, y Daniel, que se nos va quedando en nada, como el pilotazo de amplia sonrisa que no estuvo ni en el lugar ni en el momento adecuado. Que no llamó «gurke» ni Fiat Panda a su monoplaza, pero que pagará en solitario por sus culpas y las de todos nosotros.
«Y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de conejos.»
Os leo.
Uff, Vet llamando gurke a su coche..., nunca hubiese creído que un piloto como Vet hablara mal de su propio equipo y de su coche. Ya hubiesen querido muchos pilotos tener un "pepino" como ese.
ResponderEliminarEs más, nunca he oído a ningún walkiniano decir que Vet ha hablado mal de su equipo y de su coche. Y añado yo, si no gana con Ferrari ¿acaba hablado mal de su coche o se retirará antes de los 30?
El tiempo lo dirá, aun no lo sabemos, pero lo que si que sabemos es que en F1 las vírgenes no existen aunque la tapemos con un manto santo.
Saludos
Y por qué no un sitio en digamos... Honda? Tan firme es el compromiso con Magnussen, Van Doorme?
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