Había un alemán y un británico...

La carrera de hoy domingo, ha sido de esas que te reconcilia con la Humanidad. Poco después de que Bernie soltara por su boquita que Rosberg y Vettel no son buenos para el deporte, va don Dieter Zetsche y le demuestra que son cojonudos, y con hechos, no con palabras.

«¿Se nos ha caído el Gran Premio de Alemania? Pues es tu culpa, machote, y por favor, no me vengas con milongas de viejo chocho ni me alteres el gallinero, que bastante revuelto lo tengo ya», parece que le ha dicho el mandamás de Daimler al vetusto jefe de la cosa, con esa victoria surrealista del hijo de Keke en Mónaco.

Y digo que ha sido surrealista porque como ya viene siendo costumbre, en Mercedes AMG no saben ni cagarla con estilo.

Niki Lauda afirmaba que Lewis había pedido el cambio de gomas, pero no, el británico sólo había avisado por radio de que llevaba las ruedas en las últimas y obviamente, le tocaba al equipo sacar las cuentas, recomendarle que aguantara como han hecho otras veces, solicitarle a Nico que se contuviera y tratara también de frenar a Vettel... No sé, cualquier cosa menos meterle a garajes con el Safety Car en pista, para que una victoria que tenía en la mano, se volatilizara como por arte de magia.

Hamilton ha interpretado hoy el papel de tipo que estrena renovación de contrato y ventaja sobre Rosberg, de tonto en una película cuyo guión le daba un papel que sencillamente, no existía. 

El británico me ha recordado a Gilles Villeneuve en Imola 1982, cuando Didier Pironi le robó la cartera. Incrédulo, golpeado en lo más hondo. Renuente a manifestar ese buenrollismo que se ha convertido en moda. Tenía que ganar, lo había hecho todo para ganar, había sufrido cada centímetro de pista para ganar. Pero se ha cruzado su equipo como si éste estuviera esperando el tradicional Coche de Seguridad que siempre sacude la tranquilidad del Principado, con la intención de destrozarle el sueño en mil pedazos...

¡Por Dios, que Brackley es campeona del mundo y lleva seis años en esto!

Nadie comulga a estas alturas con cosas que sólo le pueden suceder a Manor. Pero eso sí, habrá reuniones y tendremos alguna que otra perla salpicando los diarios deportivos y las páginas de internet durante los próximos días. Seguramente para Canadá la paz habrá vuelto a la sede de la de la estrella de tres puntas, pero el gallo de pelea ha perdido el saque con el peor enemigo de todos: su compañero, y eso le va a pasar factura.

Y como telón de fondo, el pulso entre un alemán al que no le gusta que un ingles le toque los peledengues, menos su bolsillo, y un individuo que ya no controla el negocio como hacía antes, aunque para muchos siga siendo imprescindible.

Os leo.