¡Grande, Ferrari!

No queméis los libros tan pronto, no formamos parte del reparto del Fahrenheit 451 de Ray Bradbury ni de la cinta de mismo nombre que dirigió François Truffaut.

Hoy ha ganado Ferrari en Sepang, y lo ha hecho contradiciendo las palabras de Maurizio Arrivabene: «En mis conversaciones con los jefes de Mercedes, Toto Wolff y Dieter Zetsche, el proceso que les ha permitido tener un año sobresaliente como el de este año fue una resolución tomada hace un par de temporadas. Llevó dos años para madurar en términos de soluciones técnicas. Ferrari probablemente pueda llegar al mismo lugar a finales de 2016.» 

La sorpresa ha sido mayúscula y la alegría inmensa para un tifoso como yo, que aunque no comulgue con la forma sosa de pilotar de Sebastian, no ha podido evitar una sonrisa al verle en lo más alto del podio vestido de rosso.

Dicho lo cual, «el mierda», término con el que le describe coloquialmente mi colega José Arce [F1Radical] y con algo más de mala baba, es conocido por media afición, no ha hecho otra cosa que gestionar a las mil maravillas una carrera que le ha puesto en bandeja la torpeza de Mercedes AMG.

Sinceramente no creo que decirlo abiertamente sea pecado. Si Kimi Raikkonen vencía en Australia 2007 en su primera intervención con la de Maranello, con un fondo plano que sería declarado ilegal; y si Fernando Alonso triunfaba en Bahrein 2010 —también en su estreno con Ferrari—, gracias entre otras cosas a que el RB10 de Vettel sufrió una avería que dejó mermado su motor; no veo por qué duele tanto leer que el tetracampeón más joven de la historia, ha conseguido su primera victoria con La Scuderia en su segunda actuación bajo pabellón italiano, porque Brackley ha decidido hoy hacer mutis por el foro.

Siempre digo que hay que estar ahí, con la suerte propia y con la desgracia de los rivales. Y Ferrari ha estado donde la estábamos esperando desde hace ya seis años. De forma que alegrémonos por lo conseguido y dejemos de tirar piedras a ese individuo que ha mantenido la casa en pie cuando no había nadie para sostenerla, cuando había que aguantar la falta de presupuesto, las involuciones, como fuera al madero de mi Felipe, o cuando la etiqueta impedía protestar por los cambios de neumáticos, las cacicadas de Whiting o las banderas en Interlagos.

Ferrari tiene lo que buscaba, un piloto mediocre pero mediático que tiene la rara habilidad de hacer parecer dificil lo fácil y ser capaz de plasmarlo en tandas poco mas o menos perfectas, sin ninguna fisura y a un ritmo infernal, siempre y cuando no haya quien le inquiete, porque en caso contrario se resquebraja, como ya nos mostró el año pasado en Red Bull.

No me gusta como conductor y a este paso dudo que me guste jamás. Sin embargo me encanta Kimi, y tras ver cómo por segunda vez consecutiva lo machaca su propio equipo, La Scuderia, sólo me queda rezar para que Arrivabene no lo convierta en un nuevo Mark Webber, ya que sus evoluciones hoy en Sepang, son de las que te hacen levantar de la butaca.

Como tifoso me alegro por mi escudería a pesar de la cautela que pedía ayer. Pero como he dicho tantas y tantas veces, no me solicitéis que me vuelva ciego porque como ocurre en todo divorcio, hay que tener el coeficiente intelectual muy bajo para pedir a un hijo que escoja entre su padre y su madre, y mucho más si la alternativa pasa por rendir culto a un tipo que sigue sin estar fogueado donde se miden los auténticos pilotos.

Os leo.