Sami en Yas Marina

Tengo dos amiguetes a cuál más peculiar y además, dispongo de algo de tiempo mientras termino de hacer la digestión de la comida de Año Nuevo, que entre pitos y flautas nos hemos levantado de la mesa allá como a las 18:40, así que con vuestro permiso y el suyo, of course!, me dispongo a echar el ratito, que diría aquél.

El caso es que mi amigo uruguayo no tiene dobleces ni tampoco cultura de Fórmula 1, cosa que le importa un pimiento, vaya por delante. Aunque no me lo ha confesado, ambos sabemos que llegó a todo esto en 2007 y eligió bando equivocado, haciéndose de McLaren y Hamilton como se podría haber hecho de McLaren y Alonso. De vez en cuando pasa por aquí para recordarme que opiné un día que Fernando se podía ir pa' Mercedes, pero en general, el chaval tiene buen fondo aunque llame viuda roja a mi amiga Marta, a mí, cabrón con el teclado, y ahora que Toto ha mencionado que como Lewis no renueve su primera opción es el de Oviedo, no sepa dónde meterse.

Mi amigo del sur de Madrid es... digamos que especialito. Hubo un tiempo en que le admiré porque fue uno de los bloggers mejores que he conocido, hasta que me llamó amo en una conversación. Como lo léeis. Y yo, que no permito que nadie me llame amo jamás, dejé de cartearme con él y a partir de ahí, se armó la de Dios es Cristo.

Cosa de celos, me entendéis, pero tampoco creáis que ha llegado nunca la sangre al río. Es un buen tipo como el otro, aunque anda tiempo ofuscado intentando demostrar lo indemostrable. Y mira que yo le digo que haga como el de Punta del Este, que invente sus raíces y tire para adelante sin necesidad de invocar a McLaren o a Hamilton, que basta machacar día sí y día también a Fernando con sandeces porque eso, en el mundo en que vivimos, puntúa doble. Pero ni caso, a él le puede su tremenda cultura deportiva entorno al mundo de las cuatro ruedas, y aquí que han confluído los dos cuando se le ha ocurrido reactivarse desmerececiendo con pruebas al asturiano, en su lance habido con Petrov en Abu Dhabi 2010.

Vaya por delante que al diablo se le ocurre mencionar a Senna en alusión a lo sucedido en aquel Yas Marina ahora tan lejano. Si no conociera a ambos, diría aquello de que no tienen ni puñetera idea ni de lo que suponían las Bridgestone de aquella temporada, ni de la importancia que tienen en la actualidad las relaciones de marchas en cuanto a velocidad pura y logro de downforce, ni mucho menos, de cuál es la idiosincrasia del circuito del emirato árabe o cuánto daño producen un puñado de vueltas al rebufo de un coche literalmente impasable, sea por cuestiones mecánicas o aerodinámicas, sobre un trazado que se enfriaba conforme transcurrían los giros. Pero como digo, la conjunción de astros se ha dado incluso sin que hayan intervenido Giorgio Piola y mis pantalones cortos, y para festejarlo me apetece puntualizar al menos dos o tres cosas.

La primera de todas pasa por recordar el Gran Premio de Turquía de aquella sesión, donde Sebastian hacía el indio con Mark, circunstancia que a la postre supondría una fractura en el equipo. Y el Gran Premio de Gran Bretaña, no se nos olvide, donde roto el novedoso y aparentemente ilegal alerón delantero estrenado por Milton Keynes en el vehículo de Vettel para aquella carrera, a Webber se le quitaría la coño evolución para pasársela a su compañero, así, por la puta cara, aunque al final no serviría de nada, ya que sería el aussie quien se calzaría la victoria apelando a aquella mítica frase: «¡No está mal para un segundo piloto!»

Y Spa, coño, lugar donde el ahora tetracampeón del mundo se llevaba puesto a Jenson Button para terminar abandonando a la postre...

La segunda, no me distraigo. Mark Webber llegaba a Abu Dhabi como el tipo con más posibilidades para llevarse el título ante Fernando Alonso, que era quien lo defendía en esos instantes. Y eso es un hecho, quizás el único a contemplar. Otro importante es que Red Bull iba a tratar de cazar a Ferrari precisamente porque el australiano se suponía, era quien más tenía que ganar y que perder, ya que lo más relevante, sin duda, era que Milton Keynes había trazado una estrategia transversal que pasaba por sacrificar al aussie con el concurso de Toro Rosso (Alguersuari sería meridianamente diáfano en este aspecto), para dar el título al tercer contendiente, Sebastian.

Y tercero y último. Ferrari caía infantilmente en la trampa, como es de sobra conocido.

Dicho lo cual, independientemente del papel que jugara Petrov o de si Fernando podía hacer de Senna o no en Abu Dhabi, lo cierto es que para pillar a un piloto que había cometido demasiados errores y por tanto era el responsable último de lo que sucedió, tal y como postulan mis dos amigos, el esfuerzo que realizó la de las bebidas energéticas fue como poco bastante desmesurado, similar en todo caso al que sería necesario para tumbar a un tipo curtido en aras de dar el campeonato a un bebé.

Y ahora sí, os leo,