Sebastian I, «el destronao»

Se nos acaba el año. Muere en el achicadero y empieza a aflorar esa cosa tan boba de los buenos deseos lanzados al aire que ocultan siempre, eso tan directo del «Te quiero, aunque quede feo decirlo. Me vas a echar de menos, lo sé. Te extraño, te extraño, te extraño y te extraño...» O el clásico «Púdrete, pero no dejes de llamarme en Nochevieja, como todos los 31 de diciembre desde que nos conocemos.»

Bajamos la guardia por estas fechas sin querer, porque casi toca o porque toca por completo, pero el caso es que salvo los hijos de puta, la banca y la administración, todo el mundo se envuelve en esa bandera de melancolía que nos hace recordar que muy a nuestro pesar, seguimos siendo seres humanos de carne y hueso.

Y el caso es que 2014 se nos va de entre las manos y en lo nuestro, nadie parece querer meter mano a eso que le ha sucedido a Sebastian Vettel, quien por mala fortuna o por duro y simple agotamiento de actitudes y aptitudes, ha claudicado sus galones de la manera más lastimosa posible.

No voy a recurrir al manido «llora como mujer lo que no supiste defender como hombre», porque soy el primero en entender que con esa mierda de unidad de potencia que ha proporcionado Renault a todos sus clientes, incluida Red Bull, hasta el Capitán América las habría pasado putas, cosa que sea dicho de paso, creo que dejé escrita. 

Dicho lo cual, lo del de Heppenheim ha sido de nota en este 2014 que agoniza, no tanto porque el alemán no haya podido contradecir aquello de que sus títulos se debían más a la bondad de los vehículos que conducía y a la gestualidad de los chicos de Toro Rosso sobre el asfalto, sino porque a la hora de la verdad, cuando tocaba mostrar agallas, inteligencia y dentadura, a Sebastian le han sobrado los algodones de los que hemos narrado aquí mismo que le mullían y abundaban.

Daniel Ricciardo no es una perita en dulce y lo ha demostrado, así que sobra hacer comparaciones horizontales más allá de certificar que el autraliano ha pasado literalmente por encima a todo un tetracampeón del mundo, y que si la herida infligida no ha sido más grande, admitámoslo de una puñetera vez, no ha sido por otra cosa que porque la de Milton Keynes ha mostrado sumo mimo y cuidado en no lastimar en exceso la honra de quien en años anteriores, la había elevado a la gloria.

Pero Sebastian ha quedado quinto en el mundial de pilotos y eso es algo que nadie puede reparar ni borrar. 

Concretamente, el dominador de los últimos años se ha situado a 217 puntos de Lewis Hamilton y con Valtteri Bottas intercalado en la cuarta posición. Aussie junior, en la tercera, solo descontaba 146 puntos con respecto al vigente campeón del mundo, lo que nos pone en 71 puntos de diferencia a mismo vehículo. ¿A alguien le parece medio normal? A mí no, sinceramente lo digo.

Y de igual manera os comento, que no compro su huída con el rabo entre las piernas hacia Maranello como una victoria. 

Jim Clark, piloto con el que habitualmente se ha comparado al cuatro veces campeón del mundo, fue leal a Lotus incluso en los años malos posteriores a sus títulos: 1966, 1967 y lo poco que le quedó de disfrutar en 1968. Michael Schumacher, conductor con el que se buscan ora sí y ora también, emulaciones varias con el de Heppenheim, llegó a Italia como campeón imbatido y aguantó hasta 2000 lo que que no está escrito, para lograr reverdecer sus laureles...

Vettel, queramos que sí o queramos que no, ha venido a demostrar durante 2014 que no ha sabido estar a la altura porque como piloto, atesora todavía numerosas carencias entre las que está, cómo no, su inadaptabilidad a cierto tipo de vehículos. Sin una máquina que satisfaga sus aptitudes, Sebastian es uno más del montón, quizás el mejor, pero sin duda, el mejor de los demás. Muy lejos en todo caso, de Lewis Hamilton o Fernando Alonso, lo que bajo mi humilde opinión, destierra todo nivel de excelencia de los títulos conseguidos entre 2010 y 2013.

No dudo de que sea capaz de levantar a Maranello pero antes de arrodillarme ante él, me habría gustado verle levantando Milton Keynes ahora que tanto necesita un líder la austriaca.

Os leo. Y os quiero, y agradeceré que me escribáis en Nochebuena o Nochevieja, porque en Nürbu (¡jodida Concha!), siempre hemos sido sinceros entre nosotros.