Ferrari ma non troppo

FIAT ya no es Fabbrica Italiana Automobili Torino, ahora se hace llamar FAC, Fiat Chrysler Automobiles. Tampoco es italiana, su nueva sede social está radicada en Holanda y la fiscal, en Gran Bretaña, of course!, y ayer salió a bolsa en Wall Street al precio de cotización de 9,91 dólares por acción. Pero a pesar de tanto cambio, Ferrari sigue siendo de su propiedad exclusiva.

Conviene que nos vayamos acostumbrando al nuevo formato, porque hacerlo nos ayudará a separar la paja del grano en el tomate que hay montado alrededor de La Scuderia, ya que debido a la enorme contestación que ha tenido en Italia que una de sus más arraigadas enseñas nacionales haya izado el ubicuo pabellón de las empresas o conglomerados transnacionales, FCA precisa imperiosamente seguir pareciendo italiana por la cuenta que le trae.

Sí, soy consciente de que parecer no es lo mismo que ser, pero admitamos que en el mundo que nos ha tocado en suerte vivir, las lindes entre ambos conceptos son tan difusas que en algunos ámbitos, incluso la Real Academia de la Lengua Española podría aceptar las dos palabras como sinónimos.

En fin, a lo que vamos, que no es otra cosa que un anónimo complejo económico que ha elegido el anonimato como vitola porque conviene a su consejo de administración, dice llamarse de aquella manera fuera de Italia pero necesita seguir siendo reconocida como algo propio por sus compatriotas, no sea que a algún leal consumidor le dé por pensar primero y escenificar después, el significado de vafanculo!

Así las cosas, retrocediendo en el tiempo, pienso, el mismo individuo que ha dicho hoy que «Alonso se va por que a su edad no puede esperar para luchar por victorias», pensó en agosto de 2013 que seguía siendo el rey del mambo y decidió poner en su sitio al único individuo sobre la tierra que podía haberle salvado el pellejo. A resultas de lo cual, alentó una estúpida guerra intestina que a la postre ha permitido a Sergio Marchionne tomar por la fuerza el que fuera bastión inespugnable de Enzo Ferrari —es el del jersey que no se quita ni para dormir de la imagen de entrada (el guapito es John Elkann). En todo caso un italiano al que se la suda que alguien ponga en duda su cuna, que haberlos haylos—.

Dos días después de que Montezemolo anunciara su renuncia, Marchionne aumentaba la producción de 7.000 a 10.000 unidades anuales en Maranello, destruyendo así uno de sus distintivos: la exclusividad; y a preguntas sobre el futuro de la de Il Cavallino, un par de semanas más tarde, don Sergio, que así también se le conoce, se despachaba el interrogatorio de encima con un sucinto y esclarecedor: «Ferrari seguirá haciendo coches de dos puertas.»

Son síntomas, sin duda. Primero de que los tiempos han cambiado quizás demasiado para que lo digiramos a la primera. Segundo, de que por muy grande que seas, por el bien del negocio resulta imprescindible que quien sea pueda reconocerte cuando trasteas en mitad de la noche en el frigorífico de la cocina. Y tercero y tal vez más importante, que Ferrari, pareciendo la misma de siempre, definitivamente ha dejado de ser la que conocimos hace como quien dice anteayer, la que jamás quiso ser otra cuando oteaban el mundo y sus cercanías y sus límites, las oscuras gafas que ocultaban el temple acerado de aquel rey de reyes que respondía al apelativo de Il Commendatore, un hombre que producía deportivos para poder seguir compitiendo sobre los circuitos...

Forza. Forza, mia vita! Os leo.