#AvantiJules

No sé nada sobre Jules que no sepáis vosotros y seguramente albergo la misma cantidad de preguntas que os bullen ahora mismo en la cabeza, así que aquí tampoco hay respuestas y bien que lo lamento.

Eso sí, desde que ha terminado el Gran Premio de Japón solo leo o escucho hablar sobre el coño helicóptero de evacuación de Suzuka o sobre la presencia de la grúa en la escapatoria de la curva número 7 y como de costumbre, veo con tristeza cómo el debate se traslada inevitablemente al perfil incorrecto de la noticia, a su flanco más débil pero a la vez, el más manejable.

Lo escribí el viernes pasado [Phanfone se llama mi amor]: «Olvidaros también de que alguien grite ¡retirada o rendición! Un Gran Premio es sagrado y se celebra sí o sí...»

Y sí, el dinero ha vuelto a ganar. La pueba japonesa se ha celebrado a la hora prevista en mitad del asedio al que está siendo sometido el Pacífico occidental por el tifón Phanfone. Se ha dado la salida como quien oye llover, que llovía.

Los modernos monoplazas solo están capacitados para correr bajo unas determinadas circunstancias que hoy, no se daban sobre el trazado de Suzuka. Sus fondos planos son anchos y largos y viajan muy cerca del suelo, y a poca agua que haya sobre el asfalto, hacen que el vehículo flote, imposibilitando su manejo. Para colmo, los compuestos Pirelli wet son malos y no cumplen su trabajo...

Esto se sabía, como se conoce que el spray, debido a la posición tendida de los pilotos en el cockpit, reduce considerablemente su ya comprometida visibilidad, y también que un F1 cuando se eleva sobre el piso porque las circunstancias lo aconsejan, se vuelve más inestable porque a su vez, las suspensiones tienen que ablandarse...

Todo este cúmulo de cosas tenía que haber aconsejado que la carrera o bien se adelantase como recomendaban los pronósticos, o bien se hubiese anulado o retrasado o adelantado, como recomendaba el más mínimo sentido común. Pero no, se ha preferido tirar para adelante por no defraudar a las audiencias, por cumplir los contratos con organizadores y patrocinadores, por no tener que devolver el dinero de unas entradas o por vaya usted a saber qué miedo de esos que solo conoce Bernie, y el resultado es que Jules lucha ahora mismo por salvar su vida, al haberse visto envuelto en un accidente que como su definición indica, resultaba totalmente imprevisible.

¿Quién da más... Y quién da menos?

Os leo.