Pastor Nodoyuna

Renovado para 2015 por Enstone, observado con detenimiento lo sucedido esta temporada, uno piensa irremediablemente en aquello de ¡que Dios coja confesada a Lotus! mientras busca un agujero donde ocultarse por lo que pudiera suceder.

No es ninguna broma aunque lo parezca, pero Pastor cada vez se parece más a aquel villano de Los Autos Locos o El Escuadrón Diabólico, que atendiendo al nombre de Pierre Nodoyuna y vistiendo de la manera más estrambótica imaginable, nos entretenía las tardes de invierno más viejunas que recuerdo mordiendo una y otra vez el polvo con su inseparabe perro Patán.

Heredero natural del Profesor Fate (The Great Race, 1965), Pierre Nodoyuna (Dick Dastardly en el original) acababa resultando un personaje con una profunda carga de ternura al que se le quería sencillamente porque todo, absolutamente todo le salía mal, al estilo del coyote que perseguía incansable al correcaminos, razón por la cual, lo buscábamos en el televisor exclusivamente para ver cómo tropezaba de nuevo en sus planes frente a sus rivales en la carrera más loca del mundo, o intentando deshacerse definitivamente de su archienemigo el palomo mensajero.

Puede resultar extraño decirlo pero el ganador del Gran Premio de España de 2012, quien fuera homenajeado en el podio levantado sobre sus hombros por Fernando Alonso y Kimi Raikkonen, ha llegado al punto de su carrera en el que nadie se plantea qué es lo que va a hacer en cada prueba, sino cómo la va a cagar de nuevo, circunstancia que en sentido estricto supone una putada como un piano de grande ya que aunque al venezolano le sucedan cosas muy similares a las que les ocurren a otros pilotos de la parte final de la parrilla, las suyas valen doble, como Abu Dhabi, simplemente porque quién más o quién menos, ya las está esperando con la recortada en la mano.

¿Conseguirá Pastor quitarse de encima este estigma? Lo dudo, al menos en un futuro inmediato. 

El público suele ser tan cruel como los chiquillos de una guardería cuando observan cómo se le cae al suelo el chorizo del bocadillo a un compañero o este se da un coscorrón con la jamba de una puerta. Se ríe siempre, y más si el aludido resulta reiterativo en sus hazañas, ya que por puro ejercicio de simplificación, el ser humano tiende a incorporar estas rutinas a los estereotipos que le ayudan a comprender el mundo complicándose lo justo.

Pero no me distraigo. Fue elegir el número 13 como dorsal y que todos comprásemos palomitas para ver si el de Maracay cumplía a la perfección con la aureloa funesta que rodea en Fórmula 1 a esta conjunción de dígitos, o por el contrario, era capaz de sobreponerse a ella.

Y a fe mía que Maldonado consiguió satisfacer nuestras expectativas a las primeras de cambio y tal vez por eso, nos lo imaginamos pergeñando ruindades contra sus rivales que siempre terminan por salirle como tiros por la culata, aunque en el fondo lo que le pasa a Pastor Nodoynuna es que navega en lo más hondo de la montonera con un trasto que no chuta y rodeado de náufragos como él.

Nada épico, como veis, aunque cumpla con el guion de la comedia a rajatabla.

Os leo.