Estoy rodando una película en la que intrepreto a un policía y a un
ladrón que visten, atrapan y roban, vestidos con traje y corbata. Por
momentos soy Robert de Niro y a ratos Al Pacino, y me temo que como le
ocurriera a Arturo Bonín en Amanece que no es poco, cuando aquello de que escribió una novela tan buena al estilo Faulkner
que acabó dando con sus huesos en el cuartelillo ya que resultó un
plagio mayúsculo de una obra del legendario escritor estadounidense, al
paso que va la historia, a la mía me refiero, seguro que me sale una
réplica exacta de una cinta que firmara Michael Mann hace ya unos años.
Estoy pensándome todavía si la titulo Heat. Supondría un exceso, sin
duda, pero visto lo visto que llevo trabajando en el invento, cómo me
está quedando y que sigo siendo portugalujo aunque ahora milite en
Gorliz, a lo mejor ni me molesto en cambiarle el título…
Creo en los milagros, en la redención de
los hombres y en eso de que visitar el pasado te reconcilia con el
presente y abona además, el terreno para encarar adecuadamente el
futuro. Esta semana ha sucedido uno.
Veréis. Cuando empecé a escribir este blog, el mundo se
dividía entre los que negaban que Hamilton pudiera copiar las
telemetrías de Alonso para mejorar sus números, y los que creíamos que
el ardid no solo era posible sino que resultaba necesario para entender
muchas cosas, como por ejemplo, el empeño enfermizo del británico por
llevarse la extra lap en calificación.
Corría 2007 y Lewis y Fernando pilotaban para McLaren. Entre los negacionistas
de la importancia de las telemetrías se encontraba un importante elenco
de periodistas y listillos que contaminaban desde las páginas de sus
respectivos púlpitos, entre otros, a mis cuñados. Al otro lado,
aguantando la de dios es cristo y el bombardeo continuo en listas
y foros, nos manteníamos pie a tierra y apretando los dientes, un
pequeño grupo de insurgentes que rechazábamos creer las tonterías que se
vertían desde la Pérfida Albión cuando mira tú qué cosas, la misma
prensa que ahora pone velas a San Jorge por el retorno del asturiano a
Woking, comenzaba a llamarle despectivamente hidalgo español, justificando una y otra vez todas las tropelías que sucedían a su alrededor.
En lo que a mí concierne, era la época de El País o yo, y
lógicamente, fue quien os está escribiendo el que salió de la trinchera
con su viejo kaláshnikov para defenderse desde estas humildes
páginas… ¡Qué tiempos! Dennis salió con el rabo entre las piernas de
aquella historia. Hamilton perdió por impericia el que muy bien podría
haber sido su primer campeonato. El Nano comenzó su largo deambular por
el desierto mientras la prensa anglosajona seguía dándole cera y en
España lo ponían de vuelta y media; y yo dejé de leer El País y a según
qué gurúes y especialistas de la cosa.
Pero hablaba antes de que había sucedido un milagro esta misma semana
y consiste en que uno de los protagonistas de aquel episodio que acabo
de narrar, Lewis concretamente, ha señalado precisamente a su compañero
en Mercedes de copiar sus datos para mejorar su rendimiento.
Tiene su gracia, no me digáis que no. Talento y datos, experiencia y
datos, tecnología y atajos. Nueva Fórmula 1 que busca su redención en el
pasado mientras exterioriza un salvaje optimismo frente al futuro, a
pesar de que en el fondo todos sepamos que nada será lo mismo.
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