Randy Dandy Oh

El aussie está escuchando canciones marineras mientras rellena de recuerdos el pequeño petate que le acompañará al hombro desde la puerta de la posada hasta el buque. Sostiene en la mano una pequeña brújula de madera que no señala al norte, pero que aún le sirve para saber qué lugar que debe visitar y cuál no. Camina hacia la playa donde espera el esquife, donde su vida se fundirá con los jirones de niebla que comienzan a lamer las tablazones del muelle, hasta hacerlo desparecer cuando la noche vuelva las esquinas pardas y grises como a los gatos, cuando el silencio levante de su morada a los muertos y los convierta en fantasmas borrachos, cuando el aire susurre Randy Dandy Oh.

Antonio se desvive por verle ganar, pero Mark es consciente de que nadie le abrazará como Luca Cordero abrazó ayer a Felipe ni le dedicará palabras como las que le dedicó ayer Montezemolo a Massa, que la suya es otra historia, lisa, gélida y diametralmente diferente aunque el año que viene su Porsche LMP1 compita en el Mundial de Resistencia vestido con la vitola de la que de momento, dicen que es su casa como si no hubiera sitios mejores.

A pesar de que nadie parezca querer recordarlo, Webber pudo ser campeón del mundo en 2010. El australiano llegaba a Abu Dhabi con 8 miserables puntos de desventaja con respecto a Fernando —menos de 1/3 de una victoria, cabe señalarlo—, pero el tuerto había decidido sacrificarlo para atrapar al asturiano y servir en bandeja el título al desgraciado que no tuvo generosidad suficiente en Malasia de este año como para recordar que las deudas se pagan sobre todo, con los que te han sido leales hasta el sacrificio; el mismo gañán barbilampiño que pidió perdón cuando se sentía solo y desprotegido pero que volvió chubarra de vacaciones, sabiéndose el elegido aunque incapaz desde entonces de sostener la mirada a su compañero de armas.

Historias de piratas en todo caso. Pirata el aussie por guiñar el ojo creyendo que su escuadra le devolvería el favor, y piratas el resto, porque sabían de sobra que el de Queanbeyan había ejercido sin saberlo de tonto útil y que no habría otra oportunidad para él porque a partir de 2011, le atarían en corto.

A Mark le queda una brújula que señala a ninguna parte, un trozo miserable y roto del mapa del tesoro, cuatro prendas desgastadas y la sensación de que dejando atrás tanto hijoputa tal vez el horizonte sepa menos amargo, porque de aquí a que termine todo, si gana, la gente de buena entraña entenderá de una vez por todas que será porque los que no le han dejado vencer hasta ahora han creído conveniente que lo haga en Austin o Interlagos, cuando creyeron lo contrario en Yas Marina, hace ahora tres años.

Pero el aussie es un pirata que entiende de la vida, que silba Randy Dandy Oh mientras camina hacia la playa en mitad de la noche y la neblina.