Historias

Siempre he defendido que él fue el primer garajista, aunque cuando llegaron los otros se las dio de marca porque se había codeado con Alfa Romeo y Lancia. Jamás se lo perdonaron los british, la arrogancia latina siempre ha sentado mal a los hijos del pérfida Albión y siguen sin perdonárselo a la escudería que aún lleva su nombre, aunque quienes lo manejan ahora son marca en vez de taller.

Enzo fue un soberbio y un señor de la guerra a su estilo. Tenía territorio y nunca perdonaba que nadie lo pisara sin permiso. La única diferencia entre Vito Corleone y el de Módena, de existir, cosa sobre la que muchas veces dudo, consiste en qué bando militaban, porque ambos, desde la ficción o la realidad, vinieron al mundo en familias poco pudientes, rodeados de sueños y acostumbrados a labrarse el futuro inmediato con las manos. El tiempo los cincelaría sin compasión, y los hizo arrogantes y por ello sumamente peligrosos y respetados tanto en el éxito como en el fracaso, porque más que en el primero, sus efigies se tallaron en los segundos, o mejor dicho, en el modo en que los asumieron.

Para un emprendedor, la dureza es una muralla de defensa con la que se pelea en la vida y en los negocios tanto como con los alfiles y los peones sobre el tablero. Corleone y Ferrari perdían, pero sus derrotas valían tanto como sus victorias y es ahí donde La Scuderia no sabe desenvolverse desde hace décadas.

Ayer, por ejemplo, tras el incidente entre Alonso y Hembery, Il Commendatore habría descolgado el teléfono y habría dado instrucciones precisas para que ninguno de los vehículos que salen de Maranello volviera a montar gomas Pirelli hasta que esta no mostrara el debido respeto a la de Il Cavallino. Después, sólo después, cursaría la orden de que un cargo menor de la empresa comunicase su decisión a la dirección de la milanesa.

Es un ejemplo, como digo, porque si os soy sincero, sospecho que Enzo jamás habría permitido que todo esto llegara a los términos a los que ha llegado porque su soberbia se lo habría impedido, y porque por encima de todo, él se sabía el primer bastión con el que se encontrarían los enemigos, cualquier enemigo, y tenía plena conciencia de que cada uno de sus hombres era consciente de ello.

Echando la vista atrás resulta curioso comprobar lo mucho que se le odiaba y lo mucho que se le añora. Él cosecharía posiblemente las mismas derrotas que Montezemolo, pero sus coches no llevarían años pareciéndose a los McLaren. Esa es la diferencia, un matiz que vale por un universo y explica una tradición que sólo comprenden los que no han tenido nada y han llegado a tenerlo todo, gente arrogante y soberbia de raíz que no entiende de faroles y sí de órdagos, que sabe que la mejor manera de obtener respeto es defendiéndolo incluso cuando uno se sabe vencido.

Enzo no toleraría lo que está sucediendo.

Os leo.