El hombre al que le pasaba de todo

Necesitaba unos días de descanso, de alejarme de todo esto antes de que Matusalén y sus 1.000 años hicieran acto de presencia en el Rookie Test que se ha comenzado a celebrar hoy mismo sobre el circuito de Silverstone, no ha sido otra cosa. Y aunque han sucedido un par de cosas quizá demasiado importantes para mí, hoy necesito de nuevo escribir…

Y el caso es que como ésto nunca ha consistido en llenar líneas por rellenar espacios, ni siquiera en cubrir millas por cumplir, esta necesidad que os comentaba antes me ha llevado a acercarme de nuevo al teclado para dejarme llevar letra a letra esta tarde que vocea por las esquinas la llegada inminente de una noche estival y caliente que sin embargo, sobre Gorliz, volverá a ser tan gélida como la de ayer.

Mark, sí, Mark, el aussie, el hombre al que le pasaba de todo como si un tuerto le hubiese mirado. Un tipo que ha demostrado lo suyo buscando desde la lealtad rebañar una migaja en el plato de sus amos, y al que se le ha negado incluso el derecho a ser nada en tanto que sus hazañas sólo cobran relevancia cuando se comparan con las de su compañero de equipo. En todo caso un bonito ejemplo de la cultura anglosajona del winner amañado y el loser irredento que nos sirve de marcapasos en todos los órdenes de la vida.

Roque, nuestro lorito barranquero, lleva toda la tarde gritando porque no hay un guau que le responda. Está nervioso y se muestra inquieto porque su normalidad se quebró hace hoy exactamente siete días. Como le pasaba a Mark antes de dar sentido a que la normalidad es un convenio entre seres inteligentes, y que cuando éste se rompe, lo mejor es buscar quién sabe si un mejor horizonte.

Sea como fuere, Mark se ha encontrado a Porsche en Le Mans porque está hasta la mismísima polla de servir de excusa a quien bate todos los récords, sin ser consciente de que es él quien supera a su compañero, en números y estadísticas, en eso de ser el hombre al que le pasa de todo, una barrera que no puede romper Sebastian ni así se lo proponga.

Milton Keynes, la cuna de la limpieza deportiva y el diseño excelente, las pasa putas para controlar lo que pasa con Webber. Al australiano se le rompe la ECU, el KERS, la Multi 21 y lo que haga falta. Sale bien cuando arranca quinto pero lo hace mal cuando parte de la segunda o primera plazas. Así mismo, las tuercas no engranan en su coche como está perfectamente definido en el tablero de dibujo o incluso en los perfiles volcados por los potentes ordenadores tras horas y horas de procesar datos. Nadie se lo explica y los mecánicos se llevan las manos a la cabeza, pero al blanco entre aborígenes se le sueltan las ruedas, se le desinflan los neumáticos, se le complican las cosas hasta el punto de que gana en épica, y por goleada, al mismísimo Nano. Pero Mark siempre remonta. El aussie es capaz de rehacerse en la desgana y en el fracaso para triunfar en los puntos postreros, los que sumando descuentan posibilidades, pero lejos de Sebastian, siempre lejos de Sebastian.

Me ladra el estudio que ella sigue viva pero yo sé que no. Me dice la razón que no existen hombres a los que les pasa de todo, pero al aussie me susurra todo lo contrario. Alguien se equivoca en todo esto y a lo peor soy yo, otro individuo acostumbrado a llenarse la boca de polvo mientras medra en tierra de nadie buscando una Porsche a quien coger de la mano para decir de una vez por todas ¡basta!

Os leo.

[Publicado en Diariomotor]