Sobre piso mojado, son las reglas que te has impuesto las que te sujetan al suelo, las únicas que valen. Empieza a echarse la noche sobre Gorliz y dibujo mis futuros asequibles en el silencio del estudio, como quien bucea en el horizonte de eventos de un agujero negro. Todo por perder, de nuevo, otra vez, una más. Todo por ganar, con un universo nuevo como premio, a cambio de alcanzar a dar con la punta del dedo en la tecla secreta que da la vuelta al calcetín.
Los fines de semana tomaban hace nada nuestro pulso, ahora, empero, parece que se limitan a mantenernos con vida. Hubo un tiempo no muy lejano, recuerdo, en el cual los findes eran aprovechados por los de la parrilla para pasar a limpio lo que no habíamos dicho los otros días, pero el cronómetro corre para todos por igual y hoy por hoy, como digo, jalonan nuestra capacidad de renuncia, nuestro cansancio, como esas Q2 o Q3 que se disputan reservando gomas para el domingo. Nadie entona el cagon tó me cago mítico, nadie trollea por meter el dedo en aquel sitio, ni siquiera asoma Martín para susurrarme por radio que la trazada ha sido buena... A cambio, Miguel me tira de las orejas para decirme que en otras ocasiones habría sacado el AK-47, pero ¿a quién disparas si todo el pescado está vendido?
El asunto de derribar objetivos a golpe de 7.62 ha perdido su gracia, lo confieso. Hace bien poco olías el aire y cazabas una vibración entre las ramas, y apuntabas y te la jugabas, y si acertabas podías irte tranquilo a la cama, incluso si errabas podías conciliar el sueño, pero hoy... Hoy se han perdido los matices y hasta las buenas costumbres. Los blancos de antaño son gilipollas totalmente previsibles y da pena siquiera malgastar con ellos una munición full metal jacket parida para tumbar osos grizzly con casco, y así no hay manera ni de salvar el tipo hablando de Fórmula 1 un domingo cualquiera. Lo tenemos delante, la porquería que imaginábamos bajo la alfombra, reina desde el sofá sobre lo divino y humano.
Mónaco por ejemplo. Se tosta Felipe y no sale el Safety Car que tampoco ha salido en lo que llevamos de año, sea dicho de paso. Transcurren un par de vueltas y la pista sigue hecha un cisco. Entra Sebastian y pones el cronómetro a cero porque algo te dice que Bern ha recibido la orden de reestablecer el ídem sobre la pista. Uno, dos, tres... ¿Caerán los dos Mercedes o sólo sucumbirá uno? Uno. No está mal, al fin y al cabo Lewis es capaz de reponerse como le dejen... ¡Venga, venga, que le he dicho a Miguel que hay bandera roja como me llamo Jose...! Y toca la muñeca chochona y la manta zamorana de regalo cuando la red flag ondea en cuanto Pastor se empotra en las protecciones.
¿Tiene gracia el asunto? Sinceramente, ninguna. Lo previsible es sosote por naturaleza, total, que como francotirador confieso que últimamente me puede el sueño. Será la edad o las líneas escritas, o las malas compañías, pero me duermo, sí, me duermo, por eso en días como hoy le pido prestado a Dan su viejo cacharro y circulo por Spa a velocidad de crucero, y como le pasó a Sebastian en El Principado, si me aburro, intuyo que siempre tendré tiempo de marcarme una vuelta rápida mientras echo el rato discutiendo por radio con mi ingeniero.
Os leo.
El asunto de derribar objetivos a golpe de 7.62 ha perdido su gracia, lo confieso. Hace bien poco olías el aire y cazabas una vibración entre las ramas, y apuntabas y te la jugabas, y si acertabas podías irte tranquilo a la cama, incluso si errabas podías conciliar el sueño, pero hoy... Hoy se han perdido los matices y hasta las buenas costumbres. Los blancos de antaño son gilipollas totalmente previsibles y da pena siquiera malgastar con ellos una munición full metal jacket parida para tumbar osos grizzly con casco, y así no hay manera ni de salvar el tipo hablando de Fórmula 1 un domingo cualquiera. Lo tenemos delante, la porquería que imaginábamos bajo la alfombra, reina desde el sofá sobre lo divino y humano.
Mónaco por ejemplo. Se tosta Felipe y no sale el Safety Car que tampoco ha salido en lo que llevamos de año, sea dicho de paso. Transcurren un par de vueltas y la pista sigue hecha un cisco. Entra Sebastian y pones el cronómetro a cero porque algo te dice que Bern ha recibido la orden de reestablecer el ídem sobre la pista. Uno, dos, tres... ¿Caerán los dos Mercedes o sólo sucumbirá uno? Uno. No está mal, al fin y al cabo Lewis es capaz de reponerse como le dejen... ¡Venga, venga, que le he dicho a Miguel que hay bandera roja como me llamo Jose...! Y toca la muñeca chochona y la manta zamorana de regalo cuando la red flag ondea en cuanto Pastor se empotra en las protecciones.
¿Tiene gracia el asunto? Sinceramente, ninguna. Lo previsible es sosote por naturaleza, total, que como francotirador confieso que últimamente me puede el sueño. Será la edad o las líneas escritas, o las malas compañías, pero me duermo, sí, me duermo, por eso en días como hoy le pido prestado a Dan su viejo cacharro y circulo por Spa a velocidad de crucero, y como le pasó a Sebastian en El Principado, si me aburro, intuyo que siempre tendré tiempo de marcarme una vuelta rápida mientras echo el rato discutiendo por radio con mi ingeniero.
Os leo.
Fue entrar Vet en la calle de boxes y coger el telefono, fue algo instantaneo, algo que esperábamos como si se fuera a acabar el mundo:
ResponderEliminar¡Charles-ton Wihtting y sus amigos al ataque !
No por esperado fue menos penoso, sin embargo no leer tu opinión sobre la n-sima cacicada del presunto director de carrera me resultaba extraño.
Aprendes demasiado rápido Jose, muchas veces los que aprendemos de ti no podemos seguir tu ritmo, de ahí que cuando pillemos una de las que hemos aprendido cojamos el teléfono y se lo gritemos al mundo entero.
Un abrazote
Miguel