No me gustó la actitud paternalista de Jenson Button en Bahrein, no tanto porque evidencia una incalificable falta de tacto con un compañero que también es china en el zapato, sino porque delata un cierto grado de cansancio que no esperaba en el británico.
Estuvo bien aquello de «decidle a Lewis que no veo por los retrovisores» de hace dos años, pero lo de pedir el otro día por radio que tranquilizasen a Sergio, sonaba a tirita antes de la herida, a algo impropio de un tipo que se presupone lleva los galones de la escudería, a rendición premeditada, a subterfugio de viejo zorro que sabe que la savia nueva no atiende a cauces ni a muros de contención.
Checo había sido tentado como a las reses en la dehesa. Tildado de moñas, de incauto o de vaya usted a saber qué otras cosas, el mexicano iba a responder porque lo lleva grabado en la frente y es ingrediente indispensable de su sangre. Y tocó en Sakhir como podría haber sido en otro lado. Total, que entendido que Dirección de Carrera asumía como pasable y normal el cerrojo del australiano de Milton Keynes, la saeta que hace de dos en McLaren, recordó que tiene punta y que podía herir en el desierto siquiera para callar algunas bocas.
Bien por Jenson y Sergio en el rifirrafe que mantuvieron sobre el asfalto. Bien también por el wall de la de Woking, que supo aceptar que si había dos astados sobre la pista, era justo que se jugasen a un pulso y en Bahrein sus respectivas posiciones, sin interferencias ni órdenes de equipo, en una batalla que a la postre no iba a servir para nada más que para dirimir de qué lado iban a parar un par de puntos, o tres si hacía el caso.
Mal, como digo, para el de Frome, que ni entendió de qué iba la cosa ni supo asimilar a tiempo que McLaren contrató a finales del año pasado a Sergio Pérez, precisamente para que ocupara el puesto dejado vacante por Lewis Hamilton. Todo un reto que el de Guadalajara, si es listo, que lo es, no va a desaprovechar.
Total, que a cuenta de lo sucedido, Jenson nos iba a resultar pelín lastimoso y quejica, con lo cual, Sergio quedaba como el huracán del cuento, mientras el de Jalisco desterraba de paso todo atisbo de blandura de su hoja de servicio. Contraproducente en todo caso para el de Michibata, porque si antes tenía un enemigo en casa, ahora tiene dos y por el mismo precio: un Checo seguro por lo conseguido en Bahrein, y otro, altanero y chubarra después de haberle tomado las medidas a su compañero y saber por tanto, hasta dónde llegan su resistencia mental y física, y hasta dónde es posible apretarlo antes de que pida rendición y que le tranquilicen, a él, al fuego que fue puesto en duda tal que anteayer.
Decía al comienzo que no me gustó la actitud del campeón del mundo de 2009 en Sakhir. Supo defenderse en pista, pero perdió buena parte de su fuerza en sus declaraciones. Sergio merece un respeto, y él, Jenson, debería ser el primero en felicitarse por compartir escudería con un tipo cauteloso que ha tardado lo suyo en encontrarse, es cierto, pero que una vez ha descubierto cuáles son su límites, no reparará en gastos hasta volver a poner en jaque al rey del equipo, lo que nos asegura a los aficionados un bonito espectáculo en la tercera o cuarta fila de platea, al menos hasta que el MP4/28 reaccione, que no es por nada, pero ya hace cuatro carreras que se le espera.
Os leo.
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