High noon

Alcemos nuestras voces para entonar una sonora alabanza a la generosidad de los cielos, pues hoy, en la tierra donde dicen que nace el sol, nuestros ojos han podido asistir a varios milagros.

Si ya avisé en verano de que la cosa aquella de que todo el pescado estaba vendido porque Fernando sacaba lo que no está escrito a sus inmediatos rivales por el título no tenía visos de ser cierta, en Japón se nos ha puesto mal cuerpo a los tifosi porque el alternador de Sebastian no se ha escachuflado, y el alemán se sitúa ya a 4 puntos de la estela del de Oviedo. Si alguien pensaba que existía serio riesgo de que la F1 se evaporara como por arte de magia sin la magia de Alonso (valga la redundancia), en Suzuka, como en Spa, el infortunio sufrido por el español antes de llegar a la primera curva, nos ha venido a demostrar que hay vida más allá de toda muerte, y que los auténticos aficionados cambiamos rápidamente de galgo con tal de seguir disfrutando. Si se había dado a mi Felipe por irremediablemente perdido para la causa, proponiendo como natural sustituto al inmaculado Sergio, hoy se ha visto que no resulta tan sencillo eso de valorar lo que vemos cada domingo de carreras, porque seguimos huérfanos de datos. Si Kamui tenía que volver a doblar la rodilla porque en Sauber sólo hay un piloto que sabe correr, esta tarde nipona que ha discurrido ante nuestros ojos cuando aún estaban llenos de legañas, se ha venido a demostrar que quien tiene, retiene, y que todo es posible, incluso que el androide de ojos rasgados haya pisado podio ante su público…

Reconozco que la imagen elegida para abrir esta entrada es un poco triste. Ver ahí y así una preciosa criatura como el F2012, desvencijada, varada como pálida luna en un firmamento de promesas que han saltado por los aires hechas añicos como un vaso de cristal de Bohemia, no es plato de gusto, si acaso lo es de mal gusto, porque nos recuerda la futilidad de todo esto en lo que creemos cada día y lo fino que apuesta la fortuna sus piezas de oro para que sigamos disfrutando del espectáculo.

La prueba comenzaba bien, pero terminaba pronto. Vettel, libre de escollos, desde la pole, hacía lo que hace siempre que corre sin escollos y sale desde la primera plaza de la parrilla: ponerse a dar grititos cuando cruza la meta, amén de hacer un poco el indio en las últimas vueltas de su triunfal avenida por aquello de no dejar de ser un poco chiquillo, aunque se haya calzado el segundo Grand Chelem de su carrera y haya roto de paso algún que otro récord suelto de esos que cada vez valen menos.

No le desmerezco, todo lo contrario. Lo ensalzo para poner en evidencia que por fin ha dado gracias a su equipo por el coche que le han dado, lo que tal y como están los tiempos, supone un ejercicio de profunda humildad que pone de relieve que quien no tiene coche, ni él cuando no lo tiene, puede hacer nada para romper los designios de una F1 que va sobre raíles o no va ni tan siquiera un poco. En este sentido, quiero agradecer a Kamui y a Jenson sus últimos giros, a Hamilton su pundonor con reglajes equivocados, y a mi Felipe por esos 18 puntos para Ferrari.

Esta tarde si eso, vuelvo y desgrano la carrera. Hoy soy feliz y me siento capaz de hacer dos vueltas rápidas, incluso hablar un poco más que de costumbre de ese tipo que corre sólo ante el peligro y que hoy ha perdido su caballo por tratar de evitar a Kimi sin poder lograrlo… Hasta de esto podríamos entresacar algún que otro milagro.

Os leo.

[Publicado en Diariomotor]