De tener que escoger entre la Merkel y Monica (referirse a ella como la Bellucci
sería hoy un sacrilegio), me quedo con la segunda porque de las dos es
la única que tiene alma. La belleza también cuenta, cómo no iba a
hacerlo, pero considero que hay que ser rematadamente tonto para no
comprender que cuando las cosas puedan venir mal dadas, serán los ojos
de la italiana los únicos que prometan un hermoso y eficiente sana, sana, culito de rana.
La FIA, nuestra venerable institución rectora del deporte lleva años
desperdiciando oportunidades para dignificar todo esto de la F1, y
lógicamente, cada cierto tiempo surgen entre los aficionados y la prensa
encendidos debates sobre si existen conspiraciones o por contra,
mencionarlas es cosa de malos perdedores.
Admito discutir el asunto siempre que
encuentro algo de coherencia, si no, como viene siendo costumbre
ultimamente, me da por coger mi Dragunov, emboscarme y comenzar a
derribar objetivos desde la salud que me confiere haber admitido
públicamente y multitud de veces, que aunque tifoso, reniego de
los amores que han mantenido hasta hace poco Ferrari y la FIA, y que la
hegemonía de Schumacher durante cinco años consecutivos, literalmente
me apartó de la F1.
Dicho lo cual no entiendo, o mejor dicho, no quiero entender el tamaño de las tragaderas de algunos al respecto del regalo
que supone para todos habernos topado con Vettel sobre un Red Bull
bendecido por tres años consecutivos, por la manga ancha de la cosa esa
que dirige desde las sombras el amigo Todt.
Por circunscribirnos al corriente, me resulta particularmente
hiriente que los mismos que se quejaban a comienzos de temporada de que
la normativa técnica para 2012 perjudicaba claramente a la austriaca
(erradicación de escapes sopladores, limitación de los mapa motor,
etcétera), se permitan el lujo de llamarnos conspiranoicos a los que
señalamos con el dedo que los últimos movimientos llevados a cabo por la
FIA benefician claramente a los chicos de Horner, porque si la Federation podía perjudicar, de suyo es arrogarle la potestad de poder beneficiar a su antojo y cuando mejor le venga en gana.
Pero confieso que lo que peor llevo es la manía que tienen de frotarnos a todos por la cara la grandeza
de Sebastian, ya que el chaval, cuando su equipo era perjudicado por la
FIA no levantaba cabeza más allá de hacerlo para ciscarse en Narain por
haberle estorbado en pista. Lo que me lleva a pensar, como a muchos
otros, que para que haya existido este renacimiento que ha dejado atrás a
sus rivales de McLaren y Ferrari, alguien, quien sea, ha tenido que
beneficiarle, porque sin coche, el alemán se vuelve un vulgar mortal y
no chuta.
No me considero mal perdedor, pero sí un tipo al que le gusta la F1
de antaño, donde había menos posibilidades para que la FIA metiera la
mano y donde por tanto, se labraron los fundamentos de esta competición
que perdió el norte hace tiempo, y en la que cabe que Stirling Moss le
lance un escupitajo a la cara al chueco Fangio afirmando que Vettel se le parece.
Admito todo, incluso que los puntos que le perdonó la FIA a Red Bull
por el tema de los agujeros en el fondo plano hayan adquirido una
importancia que ni Whiting sospechaba. ¿Cómo no iba a admitir que
alguien se pliegue al poderío aplastante de la sosa germana que nos está
estrujando a todos, pero por Dios, dejadme que siga mirando a los ojos
de Monica para ver en ellos el color avellana oscuro del que me enamoré
cuando sobre auténticos circuitos corrían tipos como Stewart, Cevert,
Ickx, Peterson o Fittipaldi!
Os leo.
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