Cuando el sueño de luchar por el campeonato 2012 era eso, un sueño
que se nos iba a ir de las manos al de poco porque la propia Ferrari
afirmaría con los primeros tropezones que el camino iba a ser largo y
lleno de baches, sonaba la figura de Rory Byrne como escapulario contra
los vampiros. Luego… Bueno, luego, cuando las cosas parecían torcerse
sin remedio, al sudafricano lo olvidaron incluso los papeles que habían
manchado de tinta su nombre.
Vivimos tiempos difíciles, tan estúpidos que esta tarde, los heridos
soñamos con que Grecia arruine la Eurocopa a los alemanes por aquello de
enseñarle el dedo corazón al destino, aunque sea en la bobería ésta que
llamamos deporte, sin que nos importe un carajo que lo que ocurra hoy
en el campo o suceda el domingo sobre el Valencia Street Circuit,
el lunes sin ir más lejos, no nos servirá absolutamente de nada cuando
tengamos que vérnoslas de nuevo con esa crudeza que nos mira siempre de
reojo mientras nos enseña el colmillo y babea hebras de mala entraña.
No sé lo que me pasa. Hoy es uno de esos
días en los que todo me sabe a poco, en los que lo mismo dibujo que
escribo sin necesidad de utilizar la goma, en los que el tiempo sucede
lento y lo exprimo, en los que parezco imparable, en los que no me
siento cansado, en los que no necesito café para mantenerme despierto,
en los que intuyo, en definitiva, que mi ángel de la guarda me tiene
rodeado con sus alas mientras me dice aquello de ¡y tú qué vas a decir!
¿Y yo qué voy a decir? Pues que echando cuentas, he reparado en lo
poco que nos ha servido este año uno de los mejores ingenieros que ha
dado el mundo de la competición, gracias entre otros abusos, a que hemos
usado su nombre en vano, de escudo cuando estábamos necesitados de fe
para luego arrinconarlo como un trasto viejo en el armario, cuando ésta
se iba materializando a pesar de que no éramos capaces de verlo.
Sí, con Byrne o sin él, el vehículo de Maranello nos está saliendo
buena tortilla, hecha lentamente a fuego lento, dando tiempo a que las
patatas, la cebolla y los huevos, terminen por hacer buenas migas, como
hay que hacer siempre una buena tortilla española, pues a diferencia del
RB8, que aún sigue peleando a brazo partido con sus carencias, el F2012
parece resolverlas a sorbos.
Es un matiz, lo reconozco, pero suficientemente diáfano como para que
comprendamos en qué campo juega cada uno de los vehículos. El austriaco
en el de una casa entrada en años que necesita reformas, y el italiano
en el de una nueva que precisa de algunas mejoras para ser totalmente
confortable. Una tontería como la copa de un pino, también lo admito,
que resultaría un axioma rotundo de darse el caso de que la passione rossa desfalleciera por los circuitos como hiciera el 150 Italia. Pero no, el coche de La Scuderia
está sabiendo plantar cara al hijo del coco de 2011, aquel RB7 que en
manos de Vettel lo batía todo, y se defiende bien frente a la cuchara
invertida de Woking, precisamente porque está creciendo.
Y a pesar de haber sido un descreído en lo de Byrne hasta esta tarde,
ahí sí que intuyo su mano, tan diferente a la Costa y Fry, aunque sea
que la haya tendido desde su retiro, y sin dudarlo siquiera, pues atisbo
en el manejo que se ha hecho del concepto abierto, de la opera aperta,
esa perspectiva tan clásica de la ingeniería vieja que hace que los
diseños nunca terminen por estar definidos del todo, que impide la
lesiva autoconclusión para poder convertir la flaqueza en virtud en
cuanto asoma el morro, el eje que permite que el modelo inicial crezca y
crezca según sean las circunstancias que lo envuelven en cada carrera,
haciendo en definitiva, bueno el dicho que afirma que en la vida, para
enfrentarse al viento, conviene ser antes junco que árbol.
¡Que San Enzo te oiga!
ResponderEliminarQue Ferrari y Alonso se pongan las pilas. Ridículo que el mejor piloto español de la historia y la mejor escudería de la historia del deporte de F1 no hagan algo grande en la casa del español. Yo que Alonso me lo tomaba con la misma calma en Monza. A ver que cara se les quedaba a los que han pagado la entrada.
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