Si no fuera por el dedo

Acabo de echar sobre la arena del suelo los huesecillos donde leo el futuro y me han susurrado que esta tarde, en Interlagos, Sebastian Vettel se coronará campeón del mundo, el bicampeón más joven de la historia del automovilismo. Obviamente los he devuelto a su saquito de piel curtida de corzo, porque para tamaño augurio no hacían falta alforjas...

El oficio de hechicero es bastante jodido, lo sé porque lo practico: basta oler el aire, mirar al sol o las nubes a los ojos, contar estrellas o gotas de agua, soñar atento, para que todo cobre sentido aunque lo pierda a renglón seguido. Pero esta temporada que por fin termina nos han salido chamanes hasta debajo de las piedras, y la hemos vivido de magia en magia y tiro porque me toca, y a un brujo de raíces profundas como yo, le mosquea este absoluto atávico cuando el reino de las sombras debería estar dominado por los números y la ciencia pura.

Así las cosas, Vettel ya cantaba su dominio desde las primeras de cambio y resultaba sencillo apostar por él, pero en el afán desmedido por tasar científicamente sus indiscutibles méritos, nos encontramos a final de sesión con un piloto sacralizado sobre un auto incomprendido, o lo que es lo mismo: ante un lodazal de récords que ocultan una verdad que sigue sin ser desvelada. 

Según Eliade, el chamanismo consiste precisamente en el control del éxtasis mediante técnicas o sustancias; según Lévi-Strauss, su eficacia depende fundamentalmente del nivel de creencia que depositan en él sus practicantes, y en cuanto a Sebastian, podemos coincidir en que tenemos éxtasis a porrillo y mareas de fe, porque el RB7 sigue siendo un perfecto enigma al que los expertos no han sabido pillar el tono.

No es por hurgar en las heridas abiertas, pero recordemos que el cacharro de Newey sacaba su ventaja hasta Monza aprovechando sus virtudes en recta y curvas rápidas, para hacerlo a partir de entonces en las curvas lentas. A comienzos de campaña, calentaba sus gomas traseras gracias al uso de la suspensión pull-rod y ahora por la acción de los escapes. El difusor soplado del año pasado dejaba paso al escape soplador de éste. La zaga alta de 2011 resolvía la misma ecuación que la zaga baja de 2010, pero Adrian ya nos ha dicho que su vehículo de 2012 beberá del RB5 de 2009 y nos hemos echado a temblar...

Admitámoslo: no tenemos ni puñetera idea de cómo funciona realmente el Red Bull de este año, y al hilo, convendría que no lo discrimináramos tan pronto por aquello de enfatizar que Sebastian ha crecido lo indecible, ya que el ardid sencillamente no se sostiene.

El chaval es un portento, nadie lo pone en duda, pero su coche le supera con creces porque hemos visto flaquear al alemán precisamente cuando el monoplaza no ha dado la talla.

¡Ea!, vuelvo a echar sobre la arena los huesecillos donde leo el futuro. Me susurran de nuevo que esta tarde, en Interlagos, Sebastian Vettel se coronará como el bicampeón más joven de la historia del automovilismo.

Lástima que el RB7 no pueda levantar el dedo de manera tan arrogante como su piloto...