Mirándolo bien

Sebastian Vettel descubría el pasado domingo en Abu Dhabi, lo que los europeos en economía: que por mucha confianza que haya puesta en que no tiene por qué suceder ningún desastre yendo a toda pastilla, al final ocurre cuando menos lo esperas.

A pesar de la que está cayendo, me ha sorprendido esta mañana observar que los pocos billetes que llevo en el bolsillo siguen haciendo referencia al idioma de la cultura que los vio nacer (ΕΥΡΩ), aunque cada vez den para menos. También estaban allí, en el mapa de esta Europa más alemana que nuestra, los protagonistas de la pieza macabra que estamos disfrutando gracias a la inutilidad de quienes tenían el deber de protegernos. Mirándolo bien, son buenas noticias que todo siga igual de ilusionante que anteayer.

Decía que Sebastian mordió el polvo en Yas Marina, y por primera vez en lo que llevamos de temporada, que es decir mucho. Y lo cierto es que al verlo me sorprendió el modo en que acusó que la caprichosa diosa Fortuna le mostrara su cara más adversa.

A pesar de que por mucho negar que iba a lo que iba, comprendo que quedarse a un paso de seguir rompiendo récords, con la espada de Damocles sobre la cabeza de que el año que viene puede no ser lo mismo éste, tiene que joder un rato largo, y más cuando el alemán se había escapado como siempre después de llevar la enésima pole a cuestas... Pero ahí está la gracia, ¿no?, que en cada carrera se juega a los dados con un 50% de probabilidades de acertar o errar.

Cuando toca, toca, y hay que arrear con ello de la mejor manera posible.

No es cuestión de afear su comportamiento, pero el caso es que Vettel da continuas muestras de no saber aceptar que no siempre se puede llevar el dedo en alto. Asume mal los contratiempos que le grangea su meteórica carrera y por ello hay quien lo defiende diciendo que es joven. Sí, lo es, es el más joven bicampeón de la historia del automovilismo deportivo, pero precisamente por eso cabe decir que aún está demasiado tierno y que lo de la madurez se va consiguiendo, aunque poco a poco.

Lo lamento por él, pero no por el desfallecimiento que sufrió su vehículo, sino por esa asignatura pendiente que sigue llevando a cuestas y que tiene tanto que ver con una soberbia adolescente que aún no ha logrado quitarse de encima por vivir entre algodones.

«Si puedes amontonar todo lo que has ganado
y arriesgarlo en su totalidad a un sólo lanzamiento;
y perderlo, y empezar de nuevo desde el principio
y no decir ni una palabra sobre tu pérdida.»

Sirva esta estrofa del poema «If» que Rudyard Kipling escribió hace más de un siglo, para mostrar que sigue sin haber nada nuevo bajo el sol, que los auténticos inventos son escasos y nos llegan con cuentagotas en lo humano y lo económico, que nadie da duros a cuatro pesetas, que la derrota es consustancial al deseo de victoria, y que a un hombre se le mide, sobre todo, por cómo encara sus fracasos y disfruta de sus éxitos.

Mirándolo bien, ésta también es una buena noticia, ya que Sebastian todavía dispone de mucho tiempo para ir puliéndose.

Os leo.