Inevitable hablar de ti

Ni se me ha amargado el paladar ni se me ha olvidado reconocer lo bueno que sigue habiendo en Vettel, así que a pesar de la varilla que le he metido durante la temporada, hoy lunes después de la batalla, cabe hacer la genuflexión correspondiente ante el bicampeón más joven de nuestra historia deportiva sobre cuatro ruedas, a pesar de los numerosos peros que rodean su gesta.

Sebastian es un animal inteligente al volante, un tipo que ha aprendido a vivir entre vapores de gasolina y olor a goma y aceite quemados, que despuntó por su extrema habilidad para desenvolverse sobre mojado hasta ir dominando poco a poco el noble arte de dibujar sutiles trazadas sobre suelo seco. 

Quedan lejos aquel G.P. de los USA (2007) cuando sustituyó a Robert Kubica para cosechar su primer punto como piloto profesional, y su paso posterior por Toro Rosso (2008), durante el cual nos regaló una victoria en Monza que a pesar de haber sido conseguida con la alfombra roja que tiende el Safety Car a los modernos poleman cuando la carrera comienza a disputarse bajo la lluvia, fue gestionada por el alemán de cabo a rabo y con maestría, sobre un clon de los Red Bull en los que naufragaron Coulthard y Webber.

2009 queda más cerca, y Sebastian todavía me gustaba lo indecible, con esa mordiente tan característica que le ha consagrado como uno de los tipos con más voracidad de la parrilla, circunstancia que le llevó a plantar cara a los Brawn GP hasta el término de la sesión, obteniendo a cambio el primer subcampeonato de su corta carrera y a la postre el liderato indiscutible en apariencia de Red Bull Racing.

Pero el año siguiente, el de su primer campeonato del mundo, vino a suponer un cambio de rumbo en un esquema que prometía mucho, pero que tuvo que recurrir a multitud de artimañas para resolver algo que debería haber quedado resuelto sobre la pista entre los dos pilotos oficiales, y que aún queda en el debe de la cuenta del de Heppenheim, pues en igualdad de condiciones, Webber machacó literalmente a Sebastian en su Talón de Aquiles: su seguridad en sí mismo, originando que la factoría Marko y todo su engranaje se volcaran en ampararlo de los avatares de una suerte torera que debería haber lidiado en solitario porque calidad le sobra.

Aprendida la lección de 2010, 2011 ha supuesto en Red Bull un más de lo mismo, un cuidar entre algodones al muchacho para que su confianza quedase intacta, porque como he dejado dicho más arriba, ésa y no otra es su asignatura pendiente. Neutralizado Webber, entretenido en labores menores, Vettel se desmarcaba de sus rivales gracias a que había sabido ajustarse como un guante de gamuza al soberbio coche que le había entregado Adrian Newey. Necesario de nuevo el aussie porque Mclaren y Ferrari apretaban, a Sebastian volvían a flaquerle las piernas cuando el verano avanzaba. Cumplida la misión de Mark, se devolvía al australiano a retaguardia y el alemán volvía por su fueros para sentar definitivamente sus reales...

Tenemos un merecidísimo campeón del mundo, pero bajo mi humilde visión de las cosas, sigue estando poco hecho porque todavía no ha tenido oportunidad de enfrentarse a sí mismo, como sigue delatando el dato circunstancial de que aún no haya encontrado un casco que le represente y le identifique sobre su coche y sobre su compañero. Sebastian necesita encontrarse rápido, enmarcarse, definirse, materializarse, en una palabra, para comenzar a tomarse en serio, y para que nosotros también lo hagamos sin necesidad de sortear la variedad infinita de excusas que despliega su escudería para que él siga confiando en sí mismo, porque en caso contrario estará condenado a refugiarse una y otra vez en esa panoplia de tonterías que le rodean y que corren el riesgo de convertirlo en un juguete roto como las cosas se tuerzan.

Os leo.