Saturno devorando a sus hijos [Japón]

Conozco demasiado bien a ese tipo de gente que dice amar a sus hijos mientras los exprime hasta la cáscara. Personas de carne y hueso que falsean sus pecados mientras confiesan los de los demás por aquello de enfatizar su enorme humanidad. Que dispensan regalos envenenados para que la gente sepa de su generosidad, sin que les importe un pimiento que la hiedra que han plantado con su manos acabe por ahogar el retoño que nació de sus entrañas, al que visto lo visto le habría resultado mejor haber amanecido a la vida en otras más entrañables y cálidas...

Amor del bueno y amor ponzoñoso. Sencillo binomio que reduce y compila la extensión horizontal y vertical del mundo. Y aquí que entra Vettel, coronándose entre sollozos como el bicampeón más joven de la historia, en una carrera que ha perdido pero que debería haber ganado, obteniendo 17 puntos más de los que necesitaba a falta de cuatro pruebas que lo rubricarán como un fenómeno.

¿Por qué?

Nada más lejos de ponerme en plan Mourhino, entendedme, pero me asaltan muchos por qués, demasiados, porque el escenario que rodea a la estrella rutilante que nació en julio de 1987, en Heppenheim, Alemania, no ha sabido responder hoy a la enorme calidad que destila el fenómeno de 24 años que conduce su monoplaza azul y se las tiene que ver en primera persona con los avatares que jalonan la competición.

Sobraba la idiotez de la necesidad de concentración tras el accidente del viernes tanto como la orden encubierta dada este mediodiía a Webber para que no atacara a su compañero. Sobraba el nerviosismo exteriorizado por el muro. Y sobraba, desde luego, el silencio de radio plagado de contrariedades ocultas, cuando lo adecuado habría sido jaelar al pequeño por la gesta alcanzada tal día que hoy en un país tan lejano como Japón.

Lo sabíamos. Button no iba a poder conjurar el resultado de los dados lanzados por Dios aunque ha vuelto a demostrar que es un piloto hecho y derecho que no pierde oportunidad. Lo sabíamos, Ferrari no es un equipo de mitad de parrilla para atrás aunque Autosport se descojone a su costa. Lo sabíamos, el RB7 es un monoplaza excelente que hace el grueso del trabajo en Red Bull. Lo sabíamos, Sebastian no se merece tanta chorrada alrededor, ni tanto récord...

Lo sabíamos. Vettel ha inscrito su nombre entre los grandes a pesar de ese Saturno que le seguirá devorando hasta que nos canse o lo olvidemos. El alemán ha quedado tercero, detrás de un soberbio Fernando y un exultante Jenson, y cabe preguntarse qué coño quería Helmut Marko.