Glückwünsche, Michael!

Lo miremos como lo miremos, Michael celebraba 20 años en F1 este pasado domingo, pues se estrenó al volante de un Jordan durante el G.P. de Bélgica de 1991, y ahí sigue el Gran Caimán, con las botas puestas precisamente 20 docenas de meses después.

¿Que no ha estado activo todos ellos? Pues hombre, si nos ponemos cicateros en esto, habría que descontar también el tiempo pasado en el hospital tras su accidente en Silverstone (1999), y el de recuperación en dique seco... Vamos, que tomar ese camino me parece lo mismo de exagerado que si a Robert Kubica le quitáramos 2011 del curriculum porque no ha podido correr.

A fin y a cuentas, a Michael le obligaron a irse a la cuneta a finales de 2006, y desconocemos hasta qué punto ha dormido con la F1 en la almohada durante el tiempo transcurrido hasta su retorno, o cuántas veces desayunó con ella en esos tres años, o incluso si invirtió sus noches haciendo el amor con el casco puesto, que podría ser. En todo caso, el asunto del domingo consistía en que entre Spa 1991 y Spa 2011 han transcurrido 20 años y Michael sigue embutido en un mono de piloto, haciendo lo que le pide el cuerpo o la cuenta corriente, o el ego, o lo que sea que le mantiene vinculado a una forma de trabajo de la que parece no saber o querer despegarse.

Sabéis de sobra que el de Kerpen no es santo de mi devoción, y también, que sin embargo, mantengo con él una relación de amor y odio que no hay quien comprenda (sin ir muy lejos, ni yo mismo). Acabé hasta las narices de su dominio rosso, pero también es cierto que he visto montones de veces sus evoluciones en carrera. Al principio de reojo, pero luego con auténtica admiración, porque a su manera fue un animal extraordinario sobre el asfalto al que hay que reconocerle su enorme talento y sus enormes sombras aunque no hubiera ganado ni un maldito campeonato. Pero los ganó en número de siete, y para colmo, los cinco últimos como cuentas de un rosario...

Bien, aquel Michael decidió volver en 2010, pero si el sábado juraría yo, como he jurado otras veces, que seguía sin saber por qué, tengo que decir que al verle el domingo se me dibujó una sonrisa en la cara porque el Kaiser estaba disfrutando como no le veía hacer desde que volvió a los circuitos.

Me diréis que es una menudencia, que sobre un Mercedes resulta incluso sencillo dar esas dos primeras vueltas, y la tercera, y la cuarta. Llegar quinto a la meta tras haber salido último. Pero a mí me sonó a que Michael estaba celebrando como sabe sus 20 años en esto, quitándose de encima las telarañas que le han acompañado desde Sakhir 2010, esquivando sus propias excusas y mostrando feliz su dentadura... 

Glückwünsche, Michael! Glückwünsche!