El arte de la guerra [Mónaco]

Nunca empiezo una guerra si no tengo pensado ganarla, y como últimamente me hago demasiadas preguntas, he vuelto a tomar en mis manos aquellos breviarios que aventaron mis ganas de triunfar cuando creía que para hacerlo bastaba con creer.

Algo me pasa. Llevo tiempo notándolo. Como si me mostrara reacio a admitir que estoy tocando fondo, me he armado de valor para quitarme de la cabeza las ganas de mandar todo a tomar por saco. Hablaba poco de Sebastian Vettel y hoy sé por qué.

Por admitir, he llegado a la villanía de aceptar que Pirelli se parezca cada vez más a Bridgestone, que unos neumáticos blandos sean más duros que unos superduros, que sea posible que Whiting siga sacándose conejos de la chistera sin que a nadie le parezca siquiera un poco mezquina o reprochable la forma que tiene de jodernos la alegría de una carrera, plena de acontecimientos, deportivamente hablando, que no necesitaba de la porquería con que se ha embadurnado a partir de la bandera roja.

Contra todo pronóstico, esta tarde, más que Alonso me he sentido Button, incomensurable en esa forma de leer las carreras que no tiene parangón. Al ataque en todo momento, recortando yardas a un ritmo endiablado, a la espera de que Vettel desfalleciera primero, a la espera de que el de Oviedo lo hiciera después...

Inteligente, sereno, frío, el británico que calienta de rubio la cama de Michibata, llevaba las de ganar y esperaba pacientemente su momento desde una distancia prudente, labrada a base de grandes dosis de consistencia demostrada a lo largo y ancho de la prueba que presenta más giros en el calendario. Sebastian tenía que ceder, Fernando no podía aguantar... pero se montaba el sindiós a la salida de la piscina y Charlie blandía su sombrero de copa sobre las cabezas del auditorio, augurando instantes cuando menos épicos.

Momentos de silencio ante la hazaña de parar la prueba con una bandera roja, cuando se había superado de sobra el 75%. Marc, Pedro y Antonio, intentando explicar lo que estaba sucediendo, sin tener conciencia de que estaban haciendo el gilipollas de mala manera, ya que la carrera no se había neutralizado (de neutralizar), sino que se había reseteado ante nuestras narices. ¡Joder, si por poco enceran y sacan brillo a los coches, como si hubiesen entrado a repostar gasolina una mañana de domingo, con los chiquillos en el asiento de atrás, para continuar viaje hacia la playa, más relucientes que una patena, como si no hubiera pasado nada!

Desde luego faltaba la suegra de cada piloto en el cuadro para que éste hubiese quedado perfecto. A falta de esa figura indispensable en todo sainete, quedando un puñado de vueltas para que terminara todo, el Safety Car se comía una, el DRS era inhabilitado durante dos, y la bandera amarilla hacía imposible los adelantamientos otras dos más... ¿Qué quedaba?

He leído hace muy poco El libro de los cinco anillos, de Miyamoto Musashi, y ando con El arte de la guerra, de Sun Tzu. Ambos autores mencionan el honor, recalcan valores como la inteligencia y el tesón durante la batalla. No conocían a Jenson, pero puedo reconocer al campeón de 2009 en muchas de las líneas que escribieron. También reconozco en otras a Fernando e incluso a ese fogonazo que atiende al nombre de Lewis... Por fortuna no dicen nada de gentuza como Whiting, porque sus manuales jamás atendieron a la penosa estirpe de los dictadorzuelos. Si acaso mencionan algo de los malos generales y gobernantes, y por supuesto de los tiranos, pero siempre como ejemplo de aquello a lo que no debe aspirar ni tolerar el género humano.

Con vuestro permiso seguiré haciéndome preguntas sobre si no he aguantado demasiado.